18 DE MARZO. EL SANTO SUDARIO.

 La devoción a la Sábana Santa, o sudario del Señor, autorizada por la Santa Sede y confirmada por numerosos milagros, nos hace honrar en ella los tormentos de nuestro divino Redentor. San Francisco de Sales solía contemplar con amor la imagen de la Sábana Santa, y decía: "es el retrato de los sufrimientos del Señor trazado con su misma sangre; nada tan eficaz como él, para alimentar nuestra piedad y reanimar nuestro fervor". La Iglesia habla en el mismo sentido al reconocer en la Sábana Santa las huellas de la Pasión, cuando ruega que el Señor nos conceda, por los méritos de su muerte y sepultura, la gloria de la resurrección.

Como la muerte y la sepultura de Jesús precedieron a su resurrección gloriosa, así también la DESTRUCCIÓN DE LOS VICIOS y malos instintos deberá preceder en nosotros a la espiritual resurrección. Para resucitar espiritualmente es necesario morir al orgullo, al espíritu mundano, a la molicie y a la sensualidad. También nos pide que tengamos el valor de ENTERRARNOS con Jesús en el retiro, el silencio, el recogimiento; que nos revistamos de la MORTAJA de la mortificación y de la penitencia de tal forma que se nos puedan aplicar las palabras del Apóstol: "Vosotros estáis muertos y vuestra vida está escondida en Dios, con Nuestro Señor Jesucristo."

El medio que con más eficacia nos ayudará a morir a nosotros mismos, es la devoción a la divina PASIÓN tal y como nos la enseña el Santo Sudario. Esta devoción nos hace ver, cómo un Dios infinitamente feliz en sí mismo y no precisando de nada, quiso embargo, libremente y por amor, morir en lugar nuestro para preservarnos del infierno y abrirnos las puertas del cielo a costa de los más crueles suplicios. ¿Es posible caridad más noble y desinteresada y, por lo tanto, más caridad más noble y desinteresada y, por lo tanto, más apta para inflamarnos en servicio de tan buen Maestro? -PROMETAMOS, pues, al Señor: 

  1. Meditar diariamente, por lo menos durante algunos momentos, en los sufrimientos que por nosotros padeció en su cruel pasión.
  2. No negarle ninguno de los renunciamientos que nos pida, pues, según San Vicente de Paúl, la virtud es solo IMAGINARIA, no REAL, cuando en la ocasión no se acepta el sacrificio.

¡Oh Jesús, oh María!, ayudadme a cumplir estos dos propósitos, tan convenientes y necesarios para progresar en vuestro amor. Recordadme frecuentemente vuestros dolores, inspiradme el deseo de ser también como vosotros inmolado al beneplácito de Dios, para que muriendo a mí mismo, mi vida se esconda con vosotros en Dios para aparecer un día con vosotros en la gloria.

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