21 DE MARZO. EL PENSAMIENTO DEL INFIERNO

Si queremos ser HUMILDES nos será de una gran ayuda el pensamiento de los oprobios del infierno. La virtud de la humildad nos hace decir: "Si estuviera en el infierno, tantas veces merecido, sería objeto de burla y desprecio, me llenarían de oprobios y de vergüenza. Los demonios, llenos de saña, me reprocharían haber desperdiciado los medios de salvación que a ellos no les fueron concedidos. En su diabólico furor me llenarían a coro con los demás condenados, de ultrajes e injurias." Semejantes pensamientos surtirían el efecto de rebajar nuestras pretensiones, disminuir la confianza en nosotros mismos, ayudarnos a soportar con paz el olvido, las faltas de consideración con nosotros, las burlas, los desprecios y hasta los más crueles insultos.

¡Y cuánto AGRADECIMIENTO sentiríamos hacia Dios por habernos preservado del infierno!. Si el peor de los condenados fuese súbitamente arrancado de las llamas eternas y traído a la tierra para hacer penitencia por sus pecados, ¿podría olvidar nunca semejante beneficio? Nosotros, que no solo fuimos rescatados del infierno, sino preservados del mismo por la amorosa misericordia de Dios, ¿Qué gratitud le demostramos? Dios mío, noche y día debiera yo alabar tu infinita bondad, que, en vez de abandonarme en poder de Satanás desde mi primer pecado como a tantos otros, me ha soportado a pesar de mis ofensas y ha querido inspirarme arrepentimiento y dolor de ellas.

Semejante caridad por parte de los debería inflamarnos en su AMOR. Para ponernos en camino de salvación tuvo él que aplicarnos los méritos de su Hijo, que murió por nosotros y sigue inmolándose todos los días en el altar, donde aplaca a la divina justicia, irritada por nuestros pecados. Gracias a que el Señor, en su infinita bondad, aplica constantemente los méritos abundantísimos de Jesús, y podemos así escapar de la furia del demonio, de los suplicios de los réprobos y de la inmensa desgracia de ser por siempre jamás apartados del Bien supremo. Solo pensar todo esto debiera ser suficiente para encender nuestro amor hacia Señor tan bueno.

Dios mío, no es amor tierno y sencillo el que yo debo sentir por ti, sino otro más FUERTE  y generoso, que me impulse a realizar los más grandes sacrificios. Quiero desde la mañana darte gracias por haberme preservado del infierno, con preferencia a tantas almas precipitadas en él diariamente. Para agradecerte semejante beneficio me propongo:

  1. Servirte durante el día generosamente, huyendo la vida regalada, opuesta al sufrimiento, y huyendo la susceptibilidad, que se irrita por todo.
  2. Vivir sin olvidar jamás que he sido preservado del infierno, vivamente reconocido a Jesús y María por tan grande beneficio.

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