26 DE MARZO. LAS LLAGAS DE JESÚS

 "El Profeta pregunta a Jesús, ¿Qué llagas son esas en medio de tus manos? -y Jesús responderá: - En la casa de los que decían que me amaban me hicieron estas llagas (Zacarías 13, 6)." ¡Qué dolor! Hijos de Dios, hermanos de Jesucristo, redimidos por sus trabajos y sufrimientos, obligados a amarle, hemos llevado nuestra ingratitud hasta traspasar con pecados los pies, las manos y el corazón mismo de nuestro amabilísimo Redentor. ¡Oh, si en un arrebato de ira hubiéramos vertido la sangre inocente de un amigo, de un pariente, de un bienhechor, qué inmenso PESAR el nuestro! Y sin embargo aquí tenemos la misma Inocencia, inmolada por nuestros caprichos, inclinaciones y propia voluntad. Tenemos aquí al mejor de los amigos, al Hermano, al Libertador, al Padre por excelencia, cubierto de llagas el cuerpo y ensangrentado, y esto por culpa nuestra. ¿Cómo no sentir a su vista indecible dolor? Lloremos al igual que los santos nuestra perfidia, nuestra crueldad, nuestra injusticia con Jesús, sobre todo cuando nos aprestamos a recibir la absolución de los pecados.

Guardémonos a pesar de esto de ser DESCONFIADOS. Adentrémonos profundamente en las llagas del Hombre-Dios, para medir el océano de tribulaciones y el abismo de amargura que inundan su alma; luego digámonos. "¿Es posible que tantos sacrificios, tanta abnegación no conmuevan el corazón del Padre celestial en favor de cuantos ESPERAN en su Hijo? Jesús murió no para provocar, sino para apaciguar la justicia de Dios; ¿por qué temer tanto estando abierto por nuestro amor el corazón de nuestro Mediador todopoderoso? ¿Puede la gracia faltarnos, cuando de Jesús brota a raudales sobre los que le invocan y ponen en él su confianza?

"¡Oh llagas amabilísimas del Salvador!, os diré con San Buenaventura, siempre tendré fijos en vosotras los ojos de mi corazón, por el día, desde la salida del sol hasta su ocaso; durante la noche, tantas veces como el sueño se retire de mis párpados, habré de pensar en vosotras. Me colocaré sobre todo en la abertura del costado de Jesús para hablar al corazón de mi Maestro amado y obtener de él mis deseos."-"Porque, prosigue San Bernardo, la llaga visible de su divino Corazón, nos revela la invisible herida de su amor hacia nosotros. Luego permaneceré en él con tanta más seguridad cuanto más poderoso es para salvarme."

Dios mío, tomaré las siguientes resoluciones:

  1. Contemplar con frecuencia el crucifijo, para dirigirle tiernas palabras, sobre todo al verme triste, abatido y descorazonado.
  2. Invocar diariamente a la Madre de todos los dolores, para que se digne grabar en mi corazón las llagas de Jesús crucificado.

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