6 DE MARZO. PRIMER DOMINGO DE CUARESMA

 Antes de caer hay que huir de las ocasiones de pecar, ser recatados, fieles en el cumplimiento de las prácticas piadosas, alimentar el espíritu con sanas meditaciones y el corazón con frecuentes oraciones, animados del deseo de contentar a Dios. No solo no es útil, sino que además es perjudicial preocuparse de futuras tentaciones, temiéndolas por anticipado, sobre todo las referentes a la pureza; más eficaz es confiarse plenamente en Dios y obrar con sencillez de espíritu, sin recelos y sin aprensiones para lo por venir.

¿Y cuál habrá de ser nuestra conducta DURANTE la lucha? Lo primero que debemos hacer es evitar toda polémica con el tentador, procurar inmediatamente distraer la atención en algo diferente y echar en olvido el pensamiento, mirada o sugestión que querían inducirnos al mal, impresionando nuestra imaginación. Si el enemigo volviera a las andadas, recemos para ahuyentar la tentación y, poniéndonos en presencia de Dios, meditemos en alguna verdad que tenga fuerza suficiente para cautivar nuestro espíritu. Estos medios pueden aplicarse, no solo al tratarse de las tentaciones contra la pureza, sino en las que se refieren a la fe, la esperanza, la caridad, la humildad y la resignación. Siendo el sistema más seguro para alcanzar la victoria el de refugiarnos por la oración en los brazos del Todopoderoso.

DESPUÉS del combate solo nos queda dar gracia al Señor si hemos triunfado, o pedirle perdón de las culpas cometidas en el caso de haber sucumbido. Y si quedaren duda, debe uno abandonarse a la misericordia divina, soportando con paz interior los remordimientos la inquietud y la tristeza, que de ordinario suele acompañar a algunas tentaciones. Aunque salga uno vencedor de estos combates, no se debe volver de nuevo al campo de batalla; entonces hay que rezar y pensar en Dios. La oración siempre habrá de surtir efectos saludables, dándonos luz necesaria para ver claramente las culpas, caso de que hayamos sucumbido, o bien disipará la pena y la confusión que suele quedar en el alma después de la lucha.

¿Observamos ESTAS REGLAS con exactitud? ¿Sacamos provecho, al igual que los santos, de pruebas y tentaciones? Roguemos al Señor que nos ilumine y fortifique en tan importante asunto. ¡Jesús mío! ¡Cuántas veces por imprudencias y faltas de mortificación me expongo a caer en las emboscadas que sin cesar me prepara el enemigo! ¡Y cuántas veces, antes de rechazar el veneno que me brinda, vacilo, me pongo a razonar! Concédeme, te lo suplico:

  1. Más vigilancia, más decisión, más confianza en ti, para vencer en la guerra que mis pasiones me tienen declarada.
  2. La gracia necesaria para evitar el despecho, la violencia y la impaciencia, cuando riña mis batallas interiores. Hazme entonces tener calma, tranquilidad y, sobre todo, confianza en ti y en tu Santísima Madre.

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