7 DE MARZO. LAS TENTACIONES

 "Nadie será coronado, dijo S. Pablo, si no ha luchado legítimamente (2 Cor. 12, 7)." Es decir, siguiendo las reglas establecidas. Pero ¿Cuáles son las reglas que seguir para merecer la corona? La primera: no perder nunca la resinación ni LA PAZ. No existirá jamás pecado mortal mientras nuestra voluntad deliberadamente no consienta en él plenamente y la materia sea grave. como nuestra voluntad es libre, no existe tentación, por larga y violenta que sea, que pueda obligarnos a consentir a pesar nuestro, es decir: que el pecado no podrá manchar nuestra alma si no lo queremos así expresamente. ¿Por qué, entonces, agitarnos, turbarnos y acobardarnos en cuanto somos tentados? El Señor permite estos combates para aumentar nuestra virtud. Resignémonos y luchemos contra nuestros enemigos más encarnizados.

Esta lucha consiste principalmente en orar, despreciar la tentación y distraer en ella el pensamiento. La ORACIÓN debe ser pronta, confiada y perseverante. No hay que permitir que la tentación se afirme, y para ello hay que oponer le inmediatamente los nombres sagrados de Jesús y de María o algunas oraciones jaculatorias. Además, hay que contar siempre con la ayuda de Dios, pues luchamos por su gloria, ya que al combatir a nuestros enemigos combatimos también en contra de los suyos. ¿Es suficiente orar una o dos veces? No, responde San Alfonso María de Ligorio; hay que orar durante todo el tiempo que dure el combate; hay que implorar con insistencia redoblada según se hace más peligrosa la tentación. El soldado emplea toda su energía, heroísmo, valor, cuando comprende que su vida corre peligro. ¿Por qué hemos de ser menos valientes y constantes cuando es nuestra alma la que peligra?...

Para vencer nuestra batallas conviene también HUIR de ellas despreciando al tentador, no escuchar sus palabras, desdeñando contestarlas. también es muy conveniente DISTRAERSE, ocupándose en cosas completamente ajenas a la tentación, lo mismo que si nuestro interior estuviera completamente tranquilo y sosegado. estos medios y otros semejantes nos asegurarán la victoria, afirmándonos en el bien, conquistando para nosotros el peso inmenso de gracia y de gloria que merece ante Dios todo acto de virtud, especialmente cuando este acto es fruto de un combate difícil y reñido.

¡Oh Jesús, vencedor del infierno y del pecado! Haz que sea siempre VIGILANTE y nunca me canse de REZAR pues no quiero que el demonio me sorprenda desprevenido. Y cuando llegue la hora de darle la batalla, infúndeme valor y calma, que mi fuerza esté en tu socorro, socorro que no niegas al corazón que fielmente te invoca.

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