CUARTO DOMINGO DE CUARESMA. EL ALIMENTO EUCARÍSTICO.

 Fue en la soledad, lejos del mundo, sobre una montaña, donde Jesús realizó el milagro de la multiplicación de los panes, símbolo de la sagrada Eucaristía, queriéndonos enseñar que, para que participemos abundantemente de las gracias de la Comunión, debemos vivir, a lo menos de deseo, ALEJADOS DEL MUNDO, DE SUS VANIDADES, DE SUS PLACERES Y DE SUS MÁXIMAS. -Los Israelitas, para comer el Cordero pascual, figura de la Eucaristía, se mantenían en pie, con un cayado en la mano, como viajeros que se aprestaran a abandonar el país. Nosotros, que somos extranjeros sobre la tierra, debemos vivir en ella completamente DESPRENDIDOS de lo terreno, no atándonos con lazos de afecto a nada de lo perecedero y creado.

Perfectamente desligados de todo lo caduco, hemos de hallarnos en las mejores disposiciones de recibir con fruto al Creador, Rey inmortal de nuestras almas. Los Israelitas en el desierto tenían que recoger el Maná, símbolo de la Eucaristía, antes de la aurora, porque si no, al calor del sol, se deshacía este celestial manjar. También el ardor de las pasiones, sino está combatido por la voluntad ayudada de la gracia, impide que LA PAZ y la tranquilidad necesarias para comulgar devotamente se posesionen de nuestro corazón. -Jesús, antes de realizar el milagro de la multiplicación de los panes, hizo que se sentasen sobre el césped las personas que le seguían, para que con comodidad pudiesen alimentarse del pan de milagro. con esto nos dio a entender, que quiere que tengamos paz y tranquilidad interior, siempre que nos acerquemos a su sagrada mesa, paz y tranquilidad interior que no obtendremos sin ABNEGACIÓN. Apliquémonos a reprimir nuestras pasioncillas, genio vivo, inquietudes y excesiva actividad. Seamos menos sensibles a las heridas del amor propio. Así nos habituaremos a recibir la sagrada Comunión, con los sentimientos requeridos para participar con fruto en el banquete del Príncipe de la Paz. -Tal es la preparación remota debida a este divino sacramento, En cuanto a la preparación inmediata, ¡cuántos actos de fervoroso deseo y de inflamado amor no deberemos de hacer! Estos fervientes deseos fueron simbolizados por el hambre grande de aquella multitud, que fue de modo milagroso plenamente saciada por Jesús. -"Además, dice San Francisco de Sales, hay que recibir por AMOR a aquél que se nos da por amor." Después de haber comido los panes multiplicados por el Salvador, el pueblo se sintió movido de tal amor hacia él, que quiso proclamarle rey de Judea, según se relata en el Evangelio. También nosotros estemos firmemente decididos antes de tomar parte en el banquete Eucarístico, a proclamar a Jesús por Rey de nuestros corazones y a consagrarle pensamientos, deseos y acciones, colocándonos totalmente bajo su soberano dominio.

¡Oh Jesús, alimento divino! Por los piadosos ruegos de tu santísima Madre, hazme participar del banquete Eucarístico:

  1. Llevando el cuerpo adornado de castidad y mortificación.
  2. Con el corazón desprendido del mundo y de las pasiones.
  3. Con voluntad sumisa y generosa, elevados sentimientos y ardentísimos deseo de pertenecerle sin reserva hasta el último suspiro de mi vida.

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