2 DE ABRIL. JESÚS, OBEDIENTE HASTA LA MUERTE

 "Porque es de suyo imposible, dijo el Apóstol, que con sangre de toros y de machos cabríos se quiten los pecados, por eso el Hijo de Dios, al entrar en el mundo, dice a su Eterno Padre: Tú no has querido sacrificio ni ofrenda; mas a mí me has apropiado un cuerpo mor mortal: holocaustos por el pecado no te han agradado. Entonces dije: heme aquí que vengo, según está escrito de mí al principio del libro, para cumplir, oh Dios, tu voluntad (Hebreos 10)." Cuánto MÁS AGRADABLE fue para el Padre celestial el sacrificio de la voluntad del Unigénito de Dios, que todos los sacrificios y holocaustos que le fueron ofrecidos por la Antigua Ley.

Por esto añade el apóstol San Pablo que el acto de obediencia realizado por el Salvador al aceptar la muerte fue precisamente lo que obró nuestra santificación. Pues a la manera que por la desobediencia de un solo hombre fueron muchos constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno solo, que es Nuestro Señor Jesucristo, serán muchos constituidos justos (Romanos 5, 9). Luego, gracias sobre todo a la obediencia del Salvador, hemos sido justificados y santificados, porque la obediencia del Señor es de muchísimo más valor que los sacrificios y las víctimas (1 Reyes, 15, 22).

Mas, para que la obediencia de Jesús opere eficazmente en nosotros, tenemos que UNIR A ELLA nuestra propia obediencia. Y, en efecto, participaremos tanto más de los frutos de la obediencia de Jesús cuanto más dóciles y sumisos seamos a su ejemplo. Tal haremos sometiéndonos a la Iglesia, que es precisamente la depositaria de los méritos del Hombre-Dios, y a cuantos están revestidos de divina autoridad, a la que siempre obedeció el divino Redentor.

Meditando un día Santa Matilde la Pasión, le dijo a Jesús: "Señor, enséñame a honrarte como se debe." Y el Salvador le contestó: "Sujétate a la obediencia en honor de mis ATADURAS, guarda tus reglas fielmente por mi amor, no digas nunca, en todo cuanto te ordenen, "esto no es razonable". De este modo habló nuestro divino Maestro, y sus palabras son también para nosotros; honremos, pues, sus ataduras, encadenemos NUESTRA VOLUNTAD  a la de nuestros superiores, a los deberes de nuestro estado y a todo cuanto la gracia pida de nosotros.

Adorable Salvador mío, infúndeme valor para buscar en todo tu divino beneplácito y no el mío, dándote gusto siempre y siempre cumpliendo tu divina voluntad. Con la protección de María Santísima tomo las siguientes RESOLUCIONES:

  1. Alejaré de mi espíritu todo pensamiento contrario o menos conveniente a la obediencia.
  2. Combatiré constantemente las resistencia de mi voluntad al mandato recibido.


Comentarios

Entradas populares de este blog

Lecc XXII EXPLICACION DE DIOS (1)

LA VIDA INTERIOR

Lecc 21 EXISTENCIA DE DIOS (4)