30 Abril La Bondad de Jesús

 Si, como dice el Evangelio, todo árbol bueno produce buenos frutos (Mateo 7, 17), podremos figurarnos cómo serían de abundantes y selectos los frutos que se recogían del Árbol de la Vida, que es nuestro divino Salvador, suma Bondad y Bondad inagotable. Esto podremos apreciarlo en cuanto consideremos lo que fue su breve vida ENTRE LOS HOMBRES. El evangelio de San Mateo dice de él: “E iba Jesús recorriendo toda la Galilea enseñando en sus sinagogas y predicando el Evangelio del reino celestial, sanando de toda dolencia y toda enfermedad. Con lo que corrió su fama por toda  Siria. Presentábanle todos los que estaban enfermos y acosados de varios males y dolores agudos, los endemoniados, los lunáticos, los paralíticos, y a todos los curaba (Mateo 4, 23).” Y el evangelio de San Marcos añade: “Y doquiera que llegaba, fuesen aldeas, o alquerías, o ciudades, ponían los enfermos en las calles suplicándole que les dejase tocar siquiera el ruedo de su vestido. Y todos cuantos le tocaban quedaban sanos (Marcos 6, 56).” La caridad de Jesús se prodigaba con todos. Con cuánto afán se acercaban a él para tocar sus vestiduras, “porque salía de él una virtud que daba la salud a todos (Lucas 6, 19).” ¿Y cuál era aquella virtud? Era la virtud de su amor, de su poderosa e infinita ternura, que jamás se cansaba de derramar copiosamente tales beneficios.


Los milagros que por su bondad operaba el Señor en los cuerpos de los enfermos no eran nada si los comparamos con sus milagros a favor de LAS ALMAS. ¡Cuántas enfermedades espirituales sana Jesús por el sacramento de la Penitencia! ¡A cuántas almas atormentadas por el demonio tranquiliza desde los sagrarios en que reside! Y los mudos para confesar sus culpas, los que cierran sus oídos a las insinuaciones de la gracia, los corazones que desfallecen y, paralíticos, no dan ya un paso en el camino de la virtud, todos, todos son objeto de su ternísima solicitud. ¡Ah!, si recurriéramos a Jesús con la fe del Centurión, con la confianza de los diez leprosos y con la constancia de la Cananea, no podría tampoco negarse a nuestros requerimientos. Si el Señor obró efectivamente tantos milagros a favor de los cuerpos perecederos, ¿qué no hará a favor de las almas inmortales?
                           
¡Oh Jesús mío! Lo confieso sinceramente: si hago tan pocos progresos en la virtud, si adelanto tan poco en la vida espiritual, tengo que atribuirlo a la poca confianza que en ti tengo. Para remedio de este grave mal me propongo: 1º, recordar con frecuencia tus promesas a favor de la oración humilde, confiada y constante; 2º, traer a menudo a la memoria cuanto por mi salvación sufriste, sin mérito alguno de mi parte; 3º, pedirte diariamente me concedas firme confianza en tu poderosa bondad y en tu palabra infalible, y la gracia de apoyarme siempre en ti, sobre todo en las LUCHAS con mis enemigos, durante la ORACIÓN y en los momentos de PRUEBA.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Lecc XXII EXPLICACION DE DIOS (1)

LA VIDA INTERIOR

Lecc 21 EXISTENCIA DE DIOS (4)