DOMINGO DE PASIÓN. LA PASIÓN DE JESÚS

 El misterio de los sufrimientos de Jesús nos facilita la fe para creer en los demás misterios. ¿Quién, como Dios crucificado, podría darnos más alta idea de las inefables perfecciones de las tres divinas personas? Del Padre, cuya justicia, alteza y santidad exigieron semejante reparación; del Hijo, cuya sabiduría y bondad resplandecen de modo tan maravilloso en la obra de nuestra Redención; y del espíritu Santo, que con tanto amor y generosidad aplica  a nuestras almas las inagotables riquezas de la Pasión de Jesús. -La eternidad del infierno y la del cielo se hacen patentes al considerar los suplicios del Hombre-Dios porque, según el pensamiento de San Bernardo, el Verbo infinito y eterno no se hubiera hecho carne, ni hubiera tomado sobre sí tan crueles tormentos, si no se hubiese, tratado para nosotros o de una desgracia sin remedio, o de una felicidad sin fin.

¡Y qué INTERÉS tan grande tendrá para nosotros la salvación, qué precio la gracia divina, qué nobleza nuestra alma, qué alteza nuestro destino, si consideramos todo esto a través de la Crucifixión del Hijo de Dios! Cada una de las llagas del Redentor nos predica elocuentemente la malicia del pecado: no existe en la religión verdad ni misterio que no reciban nuevo vigor, esplendor más vivo de la muerte de Jesús.

¡Oh luminoso faro de esta dolorosa Pasión!, ¡qué resplandor tan vivo proyectas en medio de las tinieblas de nuestro destierro! Gracias a ti conocemos a nuestro Salvador y aprendemos su DOCTRINA. Sus máximas más austeras, como el perdón de las injurias, el amor de los oprobios y la propia abnegación están escritas en sangrientos caracteres, por las espinas y los clavos que atormentaron al divino Redentor. a la luz de la Pasión vemos con toda claridad las ocho Bienaventuranzas del Evangelio, porque el Salvador las practicó solemnemente, precisamente en su Pasión, predicándonos con ejemplos persuasivos, a más de predicarnos con palabra llena de autoridad, divinamente infalible.

¡Qué sublimes VIRTUDES practicó el Señor, aún en medio de las más terribles angustias! En el Huerto de los Olivos rezó, se resignó, se confió a su divino Padre, a pesar de la tristeza mortal que embargaba su alma. Ante los jueces injustos supo callarse o rendir homenaje a la verdad, siguiendo los planes de la Sabiduría divina; y, cruelmente atormentado, ejercitó las virtudes de humildad, mansedumbre, paciencia y caridad. aun en la cruz, ora, implora del Padre el perdón para sus enemigos y muere por obediencia a Dios y por amor a los hombres.

Jesús mío, enséñame a imitar las virtudes que practicaste durante tu Pasión; dame, Señor: 

  1. La HUMILDAD que te hizo aceptar calladamente las burlas, los sarcasmos y los desprecios.
  2. El espíritu de ORACIÓN, que te indujo a levantar el corazón a Dios aún en los momentos de repugnancia y amargura.
  3. Otórgame también la PACIENCIA Y LA CARIDAD, que hacen abrazar valientemente la cruz, con la intención de glorificar al Padre celestial y de obtener la salvación de nuestras almas.

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