25 DE MAYO. ES NECESARIO REZAR.

"Mucho puede la oración del justo". Elías era un hombre como nosotros, sujeto al dolor. Sin embargo, cuando oró con fervor, para que no lloviese sobre la tierra, no llovió, más por espacio de tres años y seis meses. Después, volvió a suplicar de nuevo: y el cielo dio su lluvia y la tierra produjo su fruto". ¡Tan grande es la fuerza y fecundidad de la perseverante y fervorosa oración de Elías, del  justo! Una confirmación de la promesa del Señor: "Pedid y recibiréis." ¿Cuál no será, pues, la fuerza y eficacia de la oración de la Iglesia? ¿Qué poder no tendrán ante Dios las manos de los santos del cielo y de las almas puras y santas de la tierra, levantadas todas juntas hacia el Padre? La Iglesia ora, con perseverancia, con fervor, sin interrupción, en sus sacerdotes, en sus órdenes religiosas, en sus santos, en María, la omnipotente Medianera, en su Cabeza, Cristo, el Señor. Cristo está, ante el Padre, en el sagrario, "orando e intercediendo constantemente por nosotros" (Hebr. 7, 25). Unámonos, pues, a la oración de la Iglesia y también en nosotros se cumplirá la promesa del Señor: "Pedid, y recibiréis." Tengamos fe en la fuerza de la oración de la Iglesia, en cuya comunidad nos encontramos y oramos. Creamos igualmente en la fuerza de nuestra oración, que es apoyada y completada por la oración de los muchos hermanos y hermanas en Cristo, hermanos santos y amadores de Dios. ¡Qué tesoro debe ser para nosotros la oración! ¡Cómo debemos apreciarla y amarla!

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