DOMINGO DESPUÉS DE LA ASCENSIÓN. EL DON DE CONSEJO

La prudencia es virtud propia de la razón práctica, y nos señala lo que debemos hacer u omitir para obrar conforme a la voluntad de Dios. Esta virtud está apoyada y perfeccionada por el don de Consejo, el cual nos hace ser DÓCILES a la dirección del Espíritu Santo, sobre todo en las circunstancias DIFÍCILES de la vida.

SIN ESTE DON seriamos siempre precipitados en los juicios, irreflexivos en el hablar, imprudentes ante el peligro; por tanto, no vigilaríamos debidamente nuestra conducta y pecaríamos por inconstancia, ya que obraríamos a impulsos del capricho o de la impresión del momento, en vez de guiarnos por las luces divinas del Espíritu Santo.

Con este don, por el contrario, sabremos huir de los peligros que nos acechan, evitaremos el pecado, buscaremos siempre los mejores medios de santificarnos. Por eso dicen los Proverbios: "El buen consejo será tu salvaguardia y la prudencia te conservará (Proverbios 2, 11)." Luego, si nos fuera otorgado ese don, no obraríamos ni hablaríamos llevados por el humor o por la pasión, sino tranquilamente y después de haber reflexionado con serenidad. Cierto, San Vicente de Paúl poseía tan precioso don, y así, al ser consultado acerca de cualquier asunto, no daba jamás contestación sin haber antes orado y  meditado durante largo tiempo. Por lo mismo, los santos no se fiaban nunca de los débiles recursos de la pobre razón humana y contaban para todo con las luces de la gracia divina.

Obremos también NOSOTROS DE LA MISMA MANERA siempre que tengamos que tomar alguna decisión. Así, todo lo haremos con paz, con tranquilidad, sin apresuramiento de ninguna clase, y así podremos cumplir con fidelidad y cuidado nuestros deberes, sin esa agitación que nos hace emprender al mismo tiempo varias cosas, sin realizar ninguna como es debido. -Algunas veces las ocupaciones nos quitan el tiempo de rezar, porque no somos ordenados, porque no sabemos reglamentar bien la vida; lo que no nos pasaría si estuviéramos recogidos y sometidos al Espíritu divino, quien haría que desaparecieran todas las dificultades aparentes, gran obstáculo para el cumplimiento del deber.

¡Oh Dios mío! concédeme la gracia de evitar todas las faltas opuestas al don de Consejo, como son la lentitud exagerada y el apresuramiento excesivo, la multiplicidad de pensamientos y deseos, las inquietudes y preocupaciones que inútilmente turban el alma y le roban la tranquilidad y la serenidad, tan necesarias para obrar siempre con la debida ponderación: Dígnate, te lo ruego, iluminarme en todos mis caminos, para que pueda cumplir siempre tu adorable y amabilísima Voluntad.

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