15 DE JUNIO. ¡QUE ELLOS SEAN UNA MISMA COSA!

La Santísima Trinidad es el modelo de la unidaddel amor mutuo. La vida de las tres divinas Personas es una vida de substancial comunidad. No obstante su distinción, las tres Personas son una misma cosa, tanto en su naturaleza como en su entendimiento, en su inteligencia y en su amor. No existe aquí ningún yo solitario, ningún pensar solo en sí mismo, ningún vivir solo par sí. En el seno de la santísima Trinidad existe la más absoluta intimidad, la más perfecta conformidad y compenetración entre las tres divinas Personas. “Como tú, Padre, estás en mí y yo en ti.” Esta sublime vida de la unidad en la pluralidad y de la pluralidad en la unidad debe constituir el verdadero modelo de la vida de la Iglesia, de la comunidad cristiana, de la familia y de las corporaciones religiosas. Tal es, por lo menos, el anhelo más cordial y vehemente del Salvador. Esto es lo que Él pidió al Padre en su solemne Oración de Supremo Pontífice: “¡Que todos ellos sean una misma cosa!” ¿De qué modo? “como tú, Padre, estás en mí y yo en ti.” “Para que ellos sean una misma cosa, como lo somos nosotros.” ¡Sublime y divino modelo! “Yo estaré en ellos, como tú, Padre, estás en mí.” ¿Para qué? “Para que sean perfectamente una misma cosa.” El verdadero fruto de nuestra unidad, de nuestra comunidad de vida, debe ser éste: que “conozca el mundo que tú me enviaste, y les amaste a ellos, pues, y confesemos la santísima Trinidad con nuestra vida práctica, sobre todo teniendo todos un solo corazón y una sola alma. Demos así testimonio de Cristo. Para ello, vivamos la misma vida de Dios. Portémonos como verdaderos hijos del Padre, para conseguir así su amor. Pero, por desgracia, obramos muy al contrario: siempre que se trata de “ser un solo corazón y una sola alma”, rehusamos, volvemos la espalda. 

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