VIERNES DE PENTECOSTÉS. EL DON DE FORTALEZA

 Antes de subir a los cielos el Señor, dijo a LOS APÓSTOLES. "Permaneced en la ciudad hasta que seáis revestidos de la fortaleza de lo alto (Lucas 24, 49)." Con estas palabras les prometió el don que les hizo vencer los obstáculos que se oponían a la difusión del Evangelio y convertir al mundo a pesar de la oposición de los hombres y del demonio. -Este don de Fortaleza ¡que EFECTOS tan sorprendentes obra también EN NOSOTROS. Según San Gregorio, nos hace vencer la carne, resistir a la voluptuosidad, despreciar los placeres de la vida, en contra de las energías naturales de los pecadores, que los llevan a satisfacer sus pasiones y a pervertir a las almas. Los buenos no se apoyan jamás en sí mismos, como hacen los malos, sino que buscan siempre su apoyo en Dios por medio de la ORACIÓN y de la CONFIANZA. Y cuando demuestran su energía no es cuando se trata de satisfacer sus gustos, sino únicamente cuando se trata de cumplir con el DEBER.

Añade San Gregorio que no existe NADA MÁS GRANDE que el someter a la razón todos los movimientos del corazón, el renunciar a nuestras inclinaciones, a nuestro modo de pensar, a nuestra propia voluntad y despreciar los bienes terrenales, con miras a poseer los bienes eternos. Y San Ambrosio dice que nadie pretenda ser un héroe si no es capaz de domarse a sí mismo, de contener su cólera, de privarse de las satisfacciones de los sentidos, de no envanecerse cuando es encumbrado y de no desfallecer en las adversidades. Por lo tanto, aquellos a quienes Dios ha enriquecido con el don de Fortaleza, se preocupan siempre de su perfección y tenazmente se apoyan en su Creador para combatir sus defectos y enmendarse de todas su faltas, por pequeñas que éstas fueran, reprimiendo la impetuosidad del carácter, gobernando la imaginación, corrigiendo la molicie y sin darse un punto de reposo mientras no hacen desaparece todo aquello que es un obstáculo a la virtud.

Pero, ¡de qué manera tan distinta obran los que NO POSEEN este don de Fortaleza! Son totalmente incapaces de vencerse, de refrenar los impulsos de su naturaleza, de las pasiones y de los vicios, y en vez de llevar una vida dura, mortificada y laboriosa, solo piensan en su salud, son débiles y no saben resistir a la tentación, y están siempre dominados por los respetos humanos; y como son esclavos de su ideas y de sus caprichos, se apegan a nonadas y se desaniman en cuanto tienen que enfrentarse con la más pequeña resistencia.

¡Oh Dios mío! ¡Cuántos actos de debilidad y de inconstancia he cometido en mi vida! Yo, que, desconfío de mí mismo, no he sabido confiar plenamente en ti; concédeme, te lo ruego, una esperanza firmísima que me sostenga en todas las dificultades, no me deje desfallecer jamás y me asegure el perseverar en tu divino amor.

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