14 DE JULIO. JESÚS, NUESTRO MAESTRO.

 Jesús se encuentra siempre rodeado de la multitud. ¿Es que no predicaban también los Escribas y los Fariseos? Sí; pero Jesús enseña de modo muy distinto. Lo hace “como uno que tiene potestad” para ello. Y “todos se extasiaban ante las cosas que le oían” (Mat. 7, 28sg.). Jesús, en sus sermones, se adapta a la sencillez de sus oyentes y les predica en parábolas. “El reino de los cielos es semejante a un sembrador, que salió a sembrar su campo. Parte de la semilla cayó en el camino, y fue pisoteada por los transeúntes. Otra parte cayó sobre terreno pedregoso, y no pudo echar raíces. Parte cayó entre espinas y cardos, los cuales la ahogaron, y pereció. Finalmente, otra parte de la semilla cayó en buen terreno y produjo abundante fruto.” Les predica caridad y perdón. “Habéis oído que se dijo a los antiguos: “No matarás; el que mate, será  reo de juicio. Pero yo os digo: El que solo se enoje con su hermano, ya es reo de juicio"” (Mat. 5, 21sg.). En el Antiguo Testamento “se dijo: No fornicarás. Pero yo os digo: El que mire a una mujer, con deseo de poseerla, ya ha fornicado en su corazón” (Mat. 5, 27sg.). Jesús da una respuesta a estas preguntas: ¿Cómo alcanzaremos el reino de los cielos? ¿Cuál es el verdadero y único sentido de la vida? Bienaventurados los pobres de espíritu, de convicción; bienaventurados los mansos, los que lloran, los que tienen hambre y sed de justicia, los misericordiosos (Mat. 5, 3sg.). El mundo no da  a la vida un verdadero sentido. La verdadera felicidad no consiste en los placeres, ni en las riquezas, que arrastran y seducen nuestro corazón con su poder o con su falsa apariencia. El verdadero sentido de nuestra existencia consiste en un combate, en un constante trabajo espiritual, animado e impulsado por un ardiente anhelo de encontrarnos y de unirnos con Dios. Consiste en una lucha apasionada y viril por la justicia, por la misericordia y por la pureza, en medio de un mundo de injusticias, de egoísmos, de impurezas y de alejamiento de Dios. “No amontonéis vuestros tesoros aquí en la tierra: amontonadlos en el cielo” (Mat. 6, 19). “¡Entrad por la puerta estrecha! Ancha es la puerta y espacioso el camino que conduce a la perdición: y muchos son los que entran por él. En cambio, ¡qué estrecha es la puerta y qué reducido el camino que lleva a la vida! ¡Y cuán pocos son los que lo encuentran!” (Mat. 7, 13). Éste es el tono, ésta la doctrina con que Jesús instruye al pueblo, que escucha con avidez sus palabras desde la orilla del lago de Genesareth. ¡Las palabras de Cristo son palabras de vida eterna!

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