15 DE JULIO. OBLIGACIÓN DE GLORIFICAR A DIOS EN TODO.

 "Todas las cosas las ha hecho el Señor para gloria de sí mismo (Prov. 16,4)." Es decir, para su GLORIA, o sea para manifestar sus divinas perfecciones. Hizo de la nada el firmamento, los astros, todo el universo, para que así le alabáramos por sus obras. Con el mismo fin sostiene y gobierna el mundo y nos conserva la existencia. ¿No es JUSTO, por tanto, que rindamos al Autor de nuestro ser y de las maravillas de la creación el honor que le es debido? Si el artista que ejecuta una obra de arte se cubre de gloria por ella, ¿con cuánta más razón debe recaer sobre el Señor la gloria inmensa de haber creado con solo su palabra este hermoso y complicado universo, que admiran los mismos ateos? Al DUEÑO del árbol pertenecen los frutos del mismo; por eso todos nuestros pensamientos, deseos, palabras y acciones deben ser para aquel cuyo dominio somos, y a él deben procurar continua gloria. Este es el motivo por que pedimos lo primero de todo al rezar el Padrenuestro: "Santificado se el tu nombre"; es decir: haz, Señor, que tu nombre sea conocido, alabado, bendito y exaltado.

Si obráramos de distinta manera cometeríamos una gran INJUSTICIA, un robo sin precedente. El Señor mismo dijo: "La gloria mía no la cederé a otro, ni el honor mío a los vanos simulacros de los ídolos (Is. 42, 8)." Y tiene razón en reclamarla para sí, porque le pertenece esencialmente, y le sería imposible, porque es la Verdad suma, poder atribuírsela a otro. ¿Cómo nos atreveremos nosotros con tanta frecuencia a arrebatarle este precioso tesoro del que es dueño absoluto? Apliquémonos más bien a afinar nuestra intención, no buscándonos en nada, humillándonos en todo y repitiendo sin cesar con el Rey-Profeta: "No a nosotros, Señor, no a nosotros, sino a tu nombre da toda la gloria (Salmo 113,9)." Esta intención es además el mejor medio que emplear para SANTIFICAR nuestras obras, aun las menos importantes. "Pero, en fin, dice el apóstol San Pablo, ora comáis, ora bebáis o hagáis cualquiera otra cosa, hacedlo todo a gloria de Dios (1 Cor. 10, 31)."

¿CUMPLIMOS puntualmente este precepto? Es el fin más noble de las criaturas, porque el mismo Creador no se propone ningún otro. EXAMINEMOS, pues, y veamos:

  1. Si en vez de procurar la gloria divina vamos buscando la nuestra, complaciéndonos en nosotros mismos, o en la estima, las atenciones y las alabanzas de los demás.
  2. Si nos descuidamos con frecuencia es renovar la buena intención y purificarla de toda mezcla de amor propio y respetos humanos.
¡Oh Dios mío!, cuántas veces voy buscándome a mí mismo en mis pensamientos, palabras y acciones, en vez de proponerme únicamente tu honor y divino beneplácito. Concédeme, te ruego, el conocimiento de mi propia nada e impotencia para obrar el bien. Hazme depender siempre de ti y darte gracias por todo, porque a ti solo, Rey de los Siglos, Rey inmortal e invisible, sólo a ti, que eres Dios, pertenecen el honor y la gloria por siempre jamás.

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