26 DE JULIO. SANTA ANA, MADRE DE LA SANTÍSIMA VIRGEN

 ¡Qué gloria para una madre el dar a luz a un príncipe real, que habrá de hacer la felicidad de una nación ilustre! Pero cuánto más grande es la gloria de Santa Ana por haber traído al mundo a la ÚNICA CRIATURA humana, exenta de pecado original, destinada para ser la Madre del Redentor. Al dar Ana la vida a María, se levantó sobre el género humano caído la aurora del Sol de Justicia, que iba a disipar todos los errores, y se enriqueció la tierra con la vara sagrada de la que brotaría la flor de Jesé, cuyos perfumes santificarían a las almas de buena voluntad.

Pero antes de alumbrar a los demás, esta aurora bienhechora, esta rama virgen hizo PARTICIPAR a Santa Ana, su madre, de las luces y de las virtudes con que ella estaba adornada. Y la madre feliz compartió en un grado sublime la santidad de su amadísima Hija. Ya Dios le había concedido la gracia de soportar sin quejas el oprobio de una larga esterilidad y de obtener con penitencias y con oraciones el fruto de criatura tan privilegiada, honor y alegría del género humano. Santa Ana supo REBAJARSE tan profundamente, ROGAR con tanta humildad y lágrimas, que, según San Juan Damasceno, MERECIÓ ser exaltada con el privilegio de ser madre de la Reina de los Santos. Su oración, estremecida de fervor, subió a los cielos e hizo que de ellos descendiera el Rocío, de donde nació el Justo que salvó al universo.

¡Oh Santa gloriosa que diste a luz a la Madre de nuestro Dios!, quiero felicitarte por tu encumbramiento y tu poder cerca del Altísimo. Tu gran dignidad y santidad me hacen comprender mejor mi BAJEZA y miseria. Mi alma estéril se asemeja a una tierra árida que ha dejado de ser regada por la lluvia de los cielos. Lejos de imitar tu paciencia y espíritu de oración, desfallezco ante el dolor y descuido con frecuencia el recurso a la oración, necesaria para la salvación. Por amor de tu Hija queridísima, concédeme valor para vencerme, evitar hasta las más ligeras faltas e invocar sin descanso al Señor, que quiso fueras madre de su Madre y tuvieras de este modo más imperio sobre su Corazón. Tomo la resolución de orar de ahora en adelante, a ejemplo tuyo, con HUMILDAD Y PERSEVERANCIA. Hazme, te ruego, merecer por tu poderosa intercesión gracias abundantes de santificación.

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