28 DE JULIO. EL RETIRO MENSUAL

 Cuando el Salvador envió a sus Apóstoles a predicar el evangelio por Judea, les instó, a su regreso, para que descansaran de sus trabajos en soledad, silencio, recogimiento y oración, a fin de adquirir NUEVAS FUERZAS espirituales y reanudar sus correrías apostólicas con más espíritu y éxito. También después de las ocupaciones que durante un mes nos han distraído más o menos necesitamos adentrarnos en nosotros mismos, llorar, expiar nuestras culpas y remediar nuestros defectos y corregir nuestras imperfectas costumbres. Nos conviene despojarnos de miras demasiado humanas, demasiado naturales y recuperar la viveza de fe y rectitud de intención con que nos pusimos a trabajar.

Después de un mes de actividad, de estudios, de asuntos y contrariedades, el corazón se siente como árido y seco y con necesidad de REHACERSE. El retiro es la mejor ocasión para hallar la unción de la piedad, romper los lazos que nos atan a la tierra y a nosotros mismos, reparar nuestro valor, reanimar nuestras esperanzas y despertar en nosotros los deseos de mayor perfección. cuando se medita y se ora en soledad, se comprende mejor el valor de los bienes celestiales, se hace uno más dueño de sí mismo y menos esclavo de sus pasiones, y se ejercita la conformidad en las penas. de este modo nos convertimos en almas fuertes en la adversidad, condescendientes con el prójimo, dispuestas a perdonar los agravios y deseosas de conformarnos en todo con el beneplácito de Dios.

Leemos en la Imitación de Cristo: "Al que quiere llegar a las cosas interiores y espirituales le conviene apartarse de la gente con Jesucristo.Ninguno se muestra seguro en público, sino el que se esconde voluntadriamente. Ninguno habla con acierto, sino el que calla de buena gana.  Ninguno preside dignamente, sino el que se sujeta con gusto. Ninguno manda con razón, sino el que aprendió a obedecer sin replicar (Lib. 1, cap. 20)." En los ejercicios espirituales encontramos todo aquello que puede asegurarnos el progreso espiritual, es decir, las lecturas piadosas, la meditación, la oración, el sacrificio de la Misa, la Comunión, los santos pensamientos y por encima de todo la gracia del recogimiento. Pues somos tan débiles y tan expuestos a perdernos, imitemos la conducta de los santos: 

  1. Suspiremos, como ellos, por los días de retiro.
  2. Aprovechémonos, cuando se nos presente la ocasión de hacerlos, para restaurar el fervor del alma, hacerla pura y desprendida, inflamarla en deseos del bien y unirla a la fuente de toda sabiduría y santidad.
¡Oh Jesús! Hazme aborrecer la disipación y no perder inútilmente el tiempo, sobre todo durante los días de retiro mensual; no permitas que PIERDA UNO SOLO de esos momentos, más preciosos que el oro, que me harán adquirir aumento de gracia y de virtudes y muchos méritos para la eternidad.

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