29 DE JULIO. CÓMO APROVECHAR EL DIA DE RETIRO.

 La víspera o la mañana del día de retiro mensual hagámonos las siguientes consideraciones: Debemos siempre PREPARARNOS a morir. Porque:

  1. Nuestro último suspiro es de la MAYOR IMPORTANCIA, pues de él dependerá la eternidad, es decir, nuestra eterna felicidad o nuestra desgracia eterna.
  2. La hora de nuestra muerte NO LA SABEMOS; ignoramos si moriremos dentro de algunos años, de unos meses o de unos días; ni sabemos si aun nos quedan algunas horas de vida.
  3. Tampoco sabemos CÓMO acabará nuestra vida, si después de larga enfermedad, con tiempo suficiente para arreglar nuestros asuntos con Dios, o si acabará con una muerte repentina, cuando más despreocupados estemos de la salvación del alma.
De estas consideraciones se desprende: que debemos disponernos DIARIAMENTE a comparecer ante Dios. El mismo Señor nos dijo: "Estad siempre preparados." La muerte, en efecto, nos sorprenderá, dice el Espíritu Santo, como ladrón que escoge la noche y el instante más favorable de ella para no ser descubierto (1 Tesa. 5,2). " A la hora que menos penséis, nos asegura la Sabiduría encarnada, vendrá el Hijo del hombre a juzgaros.".

"¡Oh cristiano!, exclama San Alfonso de Ligorio, si antes de la noche, en este mismo día, tuvieras que morir y decirdir el gran asunto de tu eternidad, ¿creerías tener en orden tu conciencia? ¿Qué no darías para obtener de Dios el tiempo necesario para prepararte? Ya que hoy te concede este día, aprovéchalo; quizá sea el último que te conceda." Quizá sea éste también el último aviso que te da el Señor.

¡Oh Dios mío!, con cuánta terquedad te he resistido, y a pesar de lo mucho que me he obstinado en ofenderte, has sido siempre misericordiosísimo conmigo. Acepto la muerto como expiación de mis pecados. Hasta ahora he vivido en tibieza y no te he amado como debía. Dígnate concederme algún tiempo en este mundo, porque quiero corregir mis defectos y reparar el pasado con una conducta intachable. Transforma mi corazón, inflámale con el fuego de tu amor. Hazme meditar, vigilar y orar de continuo, para que no me sorprenda la hora de la muerte. (Mc. 13, 33).

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