6 DE JULIO. LO QUE PUEDE LA OBEDIENCIA.

 Para comprender la extensión del poder de la obediencia sobre el infierno consideremos cuán DE TEMER son los espíritus de las tinieblas que trabajan en perdernos. Desde el día que Satanás fue tres veces homicida, al entregarnos en el paraíso terrenal a la muerte del cuerpo, a la espiritual del alma, que es el pecado, y a la muerte eterna, castigo del mismo, su ira contra nosotros ya no tuvo tregua. Lleno de envidia al ver que por la Redención estamos destinados a ocupar su lugar en el cielo, no se da un instante de reposo. "Vuestro enemigo el diablo, dice San Pedro, anda girando como león rugiente alrededor de vosotros, en busca de presa que devorar (1 Pedro 5, 8)." Impotente para vengarse de Dios que le castiga, desahoga su furia y extrema sus esfuerzos contra nuestras almas, que son las imágenes de Dios.

¡Y, cuántas VENTAJAS tiene sobre nuestra débil naturaleza! Viéndonos sin ser visto de nosotros, puede atacarnos cuando menos lo pensemos; independiente de la materia y de los sentidos, encuentra mil manera para perjudicarnos sin que nos demos cuenta de ello. El demonio tiene, además, como aliados suyos el mundo, la carne y las pasiones, sin contar las legiones de espíritus infernales, de los que puede servirse para combatirnos. En su lecho de muerte San Andrés Avelino, refiere San Alfonso, fue atacado por diez mil demonios, ¡Cuán de temer son, por tanto, los enemigos de nuestra salvación! ¿Cómo podremos vencerlos?

Pues por un ÚNICO MEDIO: uniendo nuestra debilidad al poder infinito de Dios; esta unión no puede lograrse ni con mayor certeza ni con mayor eficacia más que con espíritu de obediencia. Esta virtud que tiene a su favor la palabra de Dios, las enseñanzas de la Iglesia, la doctrina de los santos y la experiencia de los siglos, posee en sí fuerza maravillosa que desconcierta y hace huir vergonzosamente a los demonios. ¡Cuántas victorias señaladas lograron los santos gracias a ella! Siguiendo su ejemplo, tomemos la buena costumbre de resistir los ataques de Satanás, empleando con la INTENCIÓN DE OBEDECER los medios prescritos por el confesor para rezar las tentaciones y practicar las virtudes contrarias.

¡Oh Dios mío! Fiado en tus palabras divinas, creo en la impotencia de los demonios, cuando tienen que luchar contra almas que saben obedecer. Por tanto, quiero con tu ayuda tomar las siguientes RESOLUCIONES:

  1. No contar jamás conmigo mismo y no ponerme a razonar en las tentaciones del infierno.
  2. Obrar y combatir contra estas tentaciones, poniéndome bajo la protección y la bandera ade la obediencia.


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