CUARTO DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS. OBLIGACIÓN DE SOMETERNOS A DIOS

 Así como el escultor es dueño de la estatua que esculpió con su cincel, el alfarero del vaso que hicieron sus manos, el pintor dueño del cuadro que concibió en su mente y realizó con su pincel, el Señor es DUEÑO de nuestros cuerpos, de nuestras almas y de nuestras vidas; porque habiéndonoslo dado todo, tiene derecho a quitárnoslo. Además, su dominio sobre nosotros supera en grado infinito al dominio del escultor, del alfarero y del pintor sobre las obras de sus manos, porque éstos únicamente pueden dar forma al objeto; en cambio, la palabra cradora del Todopoderoso produce no solo la forma, sino también la materia de todo cuanto existe.

Luego el Creador tiene sobre nosotros un poder SOBERANO, es decir, un poder que precede y domina a todos los demás, sin exceptuar el de nuestros padres; un poder ESENCIAL o necesario, porque él únicamente tiene la potestad de crear. Es, además, ABSOLUTO su imperio sobre nosotros, porque no depende de nadie, y, por consiguiente, siempre digno de respeto y sumisión, sin reservas de ninguna clase.

Este dominio del Creador sobre nosotros es también UNIVERSAL, y, por ende, sus derechos sagrados se extienden a nuestro espíritu, a nuestro corazón, pensamientos, deseos, afectos y acciones en todos los instantes de nuestra vida. Asímismo, su poder es IRRESISTIBLE, porque, lo queramos o no, siempre estaremos bajo su imperio, bajo el imperio de la bondad o bajo el imperio de la justicia, según nuestro modo de comportarnos, bueno o malo. Y como ese poder de Dios no tendrá fin, ETERNAMENTE seremos recompensados o castigados. La muerte nos sustrae al arbitrio de los hombres, pero no deroga los derechos de Dios sobre los elegidos y los réprobos.

¡Oh mi Soberano Señor! Reconozco tu poder, sin límites sobre mí y sobre cuanto me pertenece, y quiero someterme totalmente a tu imperio. Por tanto estoy firmemente resuelto:

  1. A luchar contra el orgullo y el espíritu de insubordinación y a prescindir de mis ideas, gustos y deseos, sobre todo al practicar la virtud de obediencia.
  2. A vivir tranquilo, sumiso y resignado, sin perder nunca la paz interior, aun en medio de los negocios, las preocupaciones y las penas de la vida. Aumenta diariamente en mí la fe en la autoridad SOBERNA, ESENCIAL, ABSOLUTA, UNIVERSAL, IRRESISTIBLE y ETERNA que puedes ejercer sobre toda la creación, y de modo particular sobre mi cuerpo y mi alma.

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