2 DE AGOSTO. SAN ALFONSO MARÍA DE LIGORIO, DOCTOR DE LA IGLESIA

 Así como se oye decir en el mundo: "Mi vida es el juego, la lectura, el estudio", así también podía decir Alfonso: "MI VIDA ES JESUCRISTO." En otros términos: "Mi espíritu, mi corazón, mis ensameintos, mis deseos, mis proyectos, todo en mí tiende a Jesús. Al despertar por la mañana su recuerdo se presenta a mi memoria, le ofrezco la jornada y me propongo buscarle a él únicamente. En todo momento le invoco, le amo, le pido gracias y converso con él. Me entristezco si le veo ofendido por mí o por los demás; si, por el contrario, le alaban, le exaltan, le sirven, le glorifican, me alegro mucho más que de todo lo bueno que pudiera acontecerme. Porque él lo es todo para mí; en él pongo mi gloria, mi reposo, mi esperanza, mi felicidad; sus intereses son los míos; sus éxitos y triunfos hacen que yo me estremezca de gozo."

De esta manera pudo hablar San Alfonso de Ligorio durante su larga carrera en este mundo. Amaba a Jesús con la pureza de los ángeles, con la constancia de los mártires y con el vivo ardor de los serafines. Jesús era todo para él en todas las cosas. Feliz por estar con él, MEDITABA ora los misterios de la infancia, ora los de la Pasión, o le adoraba en las iglesias donde reposaba en el Santísimo Sacramento. Allí permanecía largas horas conversando con su Amado. Después de estas visitas al sagrario, volvía aún más prendado de él y más deseoso de inmolarse en su gloria. Así se iba tranformando por amor en otro Cristo, y como estaba identificado con él, podía decir con toda verdad: "Mi vida es Jesús." -¡Oh vida de amor y unión, que lleva en sí misma nuestra grandeza, nuestro mérito, nuestra beatitud! ¡Oh vida, que de mundanos nos hace celstiales, y de hombres mortales nos convierte en cierto modo en dioses!

Si queremos saber hasta qué punto VIVE EN NOSOTROS el Señor, veamos qué grado de abnegación y de constante renunciamiento hemos llegado. Si tenemos fuerza para obedecer a Jesús, luchando contra nuestro corazón, defectos, inclinaciones, costumbres disipadas, impaciencias y todo nuestro modo de ser, caprichoso, desobediente, pululando de mil pasioncillas que impiden nuestro crecimiento espiritual, entonces sí que seremos totalmente suyos.

¡Oh amable Maestro mío! Hazme morir a mí mismo de esta manera. Haz que muera totalmente a mi propoia INTELIGENCIA, siempre dispuesta a juzgar y a criticar. Líbrame de mi VOLUNTAD, tan poco flexible como mezquina en sacrificarse. Concédeme la gracia de ser como insensible a cuanto me halague o me repugne, y considerar y amar en todo únicamente tu beneplácito divino.

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