12 DE SETIEMBRE. FIESTA DEL DULCE NOMBRE DE MARÍA

 "Todo el deseo de nuestra alma se cifra en traer a la memoria tu Nombre." El profeta Isaías, al pronunciar estas palabras, une el NOMBRE con el RECUERDO, y es que, en efecto, el nombre nos trae a la memoria la imagen del que lo lleva, con todas sus grandezas, cualidades y virtudes, y por eso parece participar en cierto modo de su excelencia, poder y bondad. Así como alcanzamos los dones celestiales pidiéndolos en el nombre de Jesús, así también, al invocar el Dulce Nombre de María, dispensadora de la gracia, seremos socorridos en proporción de los deseos, confianza y necesidades de nuestra alma.

Según San Buenaventura, el Nombre de María quiere decir tres cosas: "Estrella del Mar", "Dominadora o Soberana" y "Océano de Amarguras". Como ESTRELLA DEL MAR, Stella maris, la bienaventurada Virgen al ser invocada, nos alcanza LUCES que ahuyentan nuestras tinieblas, destierran de nuestro espíritu las máximas falsas y engañadoras del mundo y nos hacen ver el camino seguro de la perfección y de la salvación. 

DOMINADORA o Soberana, María, intercede por nosotros y así nos alcanza la victoria en las tentaciones, sobre todo en las que ponen en peligro la pureza. Quien con frecuencia repite su nombre virginal en estos combates, tienen, según San Alfonso, señal cierta de haber permanecido puro, aun en medio de las tormpezas de la imaginación y de la concupiscencia.

Por último, el Nombre de María significa OCÉANO DE AMARGURAS, Mare amarum, recordándonos, por tanto, los grandes sufrimientos que tuvo que padecer como Madre de nuestras almas. Al pronunciar este nombre, unido al de Jesús, fácilmente nos figuramos el Calvario, donde contemplamos a las dos víctimas de nuestra salvación inmolándose por nosotros en un mismo anhelo del corazón, y animándonos con su ejemplo a abrazarnos con amor a todas las cruces, poderosa ayuda para alentarnos, consolarnos y resignarnos en las pruebas de la vida. Sigamos, por tanto, este consejo de San Bernardo: "En los peligros, angustias y dudas pensad en María, invocad a María." Que su dulcísimo nombre, unido al de Jesús,no se aparte de vuestros labios y menos aún de vuestros corazones.

Además de los trescientos días de indulgencias concedidos por la Iglesia a quienes con devoción pronuncian estos nombres benditos, el divino Maestro,hablando a su Santa Brígida, le prometió dar a las almas que con confianza invocaran el nombre de su amadísima Madre tres gracias preciosísimas:
  1. La contricción perfecta y la remisión de todos sus pecados.
  2. Los medios de satisfacer plenamente a la justicia divina y librarse de las penas del purgatorio.
  3. Fuerzas para perseverar en el bien hasta la hora de la muerte, y poder de esta manera alcanzar la eterna bienaventuranza.
¡Oh Virgen Santísima, dulcísima y bondadosísima Madre mía!, haz que pronuncie desde ahora con más devoción las palabras del Avemaría, recordando que la eficacia de esta bellísima oración está precisamente en los nombre de Jesús y de María, que en ella se hallan engarzados. Desde ahora rezaré diariamente el rosario y meditaré todas las semanas tus misterios gozosos, dolorosos y gloriosos, para comprender mejor la EXCELENCIA, el PODER y la AMABILIDAD de tu nombre, que es como eco o imagen de las perfecciones de tu corazón.

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