20 DE SETIEMBRE. EL CRUCIFIJO, FUENTE DE GRACIAS.

 "Del templo del Señor, dice el profeta Joel, brotará una fuente maravillosa, que regará el valle de las espinas (Joel 3, 18)." Al hablar de esta fuente se refiere a la REDENCIÓN, obrada por Jesús a costa de su muerte en la Cruz. Las espinas, dice San Alfonso de Ligorio, son nuestros PECADOS, que traspasan el corazón por los remordimientos y hacen sangrar la delicada y sacratísima cabeza de Cristo. Pero la fuente tiene UNOS CANALES por los cuales se derraman sus aguas, que, vertidas desde el Templo del Señor, es decir, desde la Iglesia católica, riegan el valle de las espinas, o la tierra culpable, para lavarla, restaurarla y devolverle una hermosura perfecta.

El primero de estos canales es el BAUTISMO. En él nos purificamos de la mancha original y de todos los pecados actuales; borra, por tanto, en nosotros lo que no hubiera podido borrar un diluvio de sangre humana. Cuán grande sea el poder de las llagas de Jesús, también se manifiesta por el sacramento de la PENITENCIA, porque aunque hubiésemos cometido todos los crímenes imaginables, la sangre de Cristo, si estamos arrepentidos, nos devolverá al instante la perdida inocencia por la absolución sacramental.

La adorable Eucaristía es el canal pleno de los bienes de la Redención; ella nos une al Autor de la gracia, a Jesús, que renueva diariamente en los templos su inmolación del Calvario y nos aplica sus méritos. Así como en los sacrificios antiguos se participaba de la víctima inmolada, convirtiéndose uno de este modo en comensal de Dios. ¡Qué pridigo tan grande y admirable! Mil y mil veces inmolado sobre los altares el Cordero sin mancha se sobrevive a sí mismo para permanecer entre nosotros y hacernos participes de los méritos de su sangre.

¡Oh banquete sagrado, en el que somos alimentados con la carne que nos ha redimido; en el que bebemos el divino antídoto que salva a nuestras almas del veneno del pecado! ¡Oh llagas adorables de Jesús, fuentes inagotables de todos los bienes!, no permitáis que jamás dejen mis ojos de contemplaros ni de recibir por los canales de los sacramentos las gracias que santifican. Sed desde ahora asilo y refugio en mis luchas contra el mundo, el infierno y las pasiones. Quiero tomar las siguientes resoluciones: 

  1. Disponerme siempre a recibir la absolución sacramental a los pies de Jesús crucificado, en unión con el Corazón afligidísimo de la Virgen de los Dolores.
  2. Prepararme a la sagrada Comunión, meditando la caridad infinita de Cristo, cuyo costado se abrió por mí para ser fuente inagotable de las gracias de la Redención.

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