23 DE SETIEMBRE. EL EDIFICIO DE LA PERFECCIÓN.

 Una casa se termina de construir cuando se cubre con la techumbre, que viene a ser como su corona. Así también nuestro edificio místico habrá de rematarse con el techo de la caridad. Esta virtud, según el apóstol San Pablo, no solamente es "el vínculo de la perfección (Col. 3, 14)", sino que es además "el CUMPLIMIENTO de la ley (Rom. 13, 10)". Encierra en sí el amor de Dios y la caridad hacia el prójimo, que se condensa en un mismo amor por el cual amamos al Creador en sí mismo y en las almas creadas a su imagen y semejanza. "Tenemos este mandamiento de Dios, nos dice el apóstol San Juan, que quien ama a Dios, ame también a su hermano (1 Jn. 4, 21).

El mundo, dice San Doroteo, es como un círculo cuyo CENTRO es Dios y cuyos radios son los hombres. Cuanto más se aproximan éstos al centro, más se acercan entre sí; es decir, cuanto más unidos estamos a Dios, más unidos permanecemos a nuestros semejantes por los lazos de la verdadera caridad. Por tanto, no separemos nunca en nuestros corazones el amor de Dios del amor del prójimo. "Necesitas estos dos pies para caminar, decía Jesús a Santa Catalina de Siena, y necesitas estas dos alas para volar al cielo."

¿Son éstas nuestras ideas acerca de la perfección? ¿Somos dóciles a este precepto del divino Maestro: "Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os aborrecen y orad por los que os persiguen y os calumnian (Mt. 5, 44)"? Y si debemos orar por estos últimos, ¡Cuánto más debemos orar por nuestros parientes, amigos, bienhechores, superiores y por cuantos se interesan por nosotros!

Veamos sino estamos atacados de la funesta enfermedad del EGOÍSMO, que nos lleva a ocuparnos siempre de nosotros mismos, sin preocuparnos de los demás, hasta cuando hacemos nuestras prácticas piadosas. ¿Nos cuidamos de encomendar al Señor a los que sufren, los que están tentados y expuestos a caer en el abismo del pecado mortal? ¿No nos olvidamos de los pecadores, de los agonizantes, de las almas del purgatorio? La Iglesia purgante y la Iglesia militante por entero debieran ser objeto de nuestra solicitud y de nuestro celo.

¡Oh Jesús mío! Sería inútil que trabajase en construirte un templo en mi alma si tú no me ayudaras con la divina gracia. Por tanto, cuento contigo y con tu Madre dulcísima para consolidar mis virtudes y seguir el ejemplo que me dejaron los santos, coronándolas todas con un amor verdadero hacia ti y hacia el projimo.

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