27 DE SETIEMBRE. EL ALMA ES JARDÍN DE DIOS.

 Para que la morada de nuestra alma sea más agradable al Esposo divino hemos de hacer florecer en ella todas las virtudes. Para lo cual habremos de pedir con fervor y constancia la ayuda del Espíritu Santo. Soplo embalsamado que reanima y sostiene en nosotros la llama de una fe viva, que, como dice San Pablo "hace o produce en nuestro interior peticiones a Dios con gemidos inexplicables (Rom. 8, 26)". Manantial inagotable, que día y noche va regando los corazones de los fieles, derrama sobre nosotros las aguas puras y fecundas de la gracia, sin las cuales no daríamos el menor fruto. Si supiéramos corresponder al instinto de ORACIÓN que él nos inspira, fuentes de agua viva nos brotarían del corazón y no seríamos tan fríos en las comuniones, ni tan poco fervorosos en la piedad, ni tan apáticos e indiferentes en la práctica del bien.

Como las flores de las virtudes solo se abren a fuerza de cultivo y de cuidados, además de orar tendremos que ejercer gran VIGILANCIA sobre nosotros mismos. Ella hará que sepamos de nuestra conducta cuanto pueda contristar a nuestro Salvador o herir sus divinas miradas; también por ella seremos fieles en obedecer a sus luces e inspiraciones, y si, por el contrario, no somos vigilantes, no podremos arrancar de raíz el orgullo, ni cultivar la virtud de la HUMILDAD, que San Bernardo compara a la violeta que se esconde perfumando el ambiente con delicioso aroma. Sin vigilancia tampoco podrían florecer las azucenas de al PUREZA y las rosas de la CARIDAD. Porque estas virtudes exigen la mortificación de los sentidos y del corazón, y no podríamos practicarlas sin recogimiento y oración constantes.

¡Oh María, Madre amantísima de mi alma! Con tu ayuda espero ejercitarme fielmente en la ORACIÓN, no solamente por las mañanas, sino durante todo el día valiéndome para ello de santos pensamientos y de piadosas aspiraciones. Líbrame del soplo apestado del mundo y de las pasiones que a veces destruyen en un momento el fruto de largos y penosos trabajos. Purifica y santifica mi alma; haz que sea huerto cerrado a los vicios y uno de los vergeles privilegiados de Jesús. Que las flores de mis buenos deseos se conviertan poco a poco en frutos deliciosos de virtud. Tomo la resolución de ejercitarme en derramar en torno mío los perfumes de la HUMILDAD con el hábito de despreciarme; los de la CASTIDAD con mi modestia, y, por último, los de la CARIDAD siendo condescendiente y benévolo con todos.



Comentarios

Entradas populares de este blog

Lecc XXII EXPLICACION DE DIOS (1)

LA VIDA INTERIOR

Lecc 21 EXISTENCIA DE DIOS (4)