7 DE SETIEMBRE. DAÑOS QUE CAUSA EL PECADO VENIAL.

 Lo mismo que hay grados en la virtud, los hay en el crimen. En un día no se hace uno santo, ni tampoco, como dice San Bernardo, nadie se convierte súbitamente en bandolero. Existe, sin embargo, una diferencia, y es: que el bien se obra con dificultad; en cambio, se obra el mal fácilmente, siendo, por tanto, mucho más sencillo resbalar por la pendiente del vicio que escalar las cimas de la perfección. El divino Maestro dijo: "Quien es fiel en lo poco, también lo es en lo mucho: y quien es injusto en lo poco, también lo es en lo mucho (Luc.16, 10)." O PRONTO LO SERÁ si continúa por el mal camino. David cometió dos grandes crímenes, por no haber mortificado sus miradas. San Pedro, por confiar demasiado en sí mismo, negó por tres veces a Cristo, y Judas, por amor de los bienes perecederos, perdió los bienes eternos al traicionar al Redentor. Dios hizo ver a Santa Teresa el lugar que le estaba preparado en el infierno, si no renunciaba a un cariño demasiado humano. Demuéstranos todo esto cuán fácilmente se franquea la distancia que separa las faltas veniales del pecado mortal.

Cuando pecamos levemente se ENFRÍA el fervor del alma en el servicio de Dios; por eso descuidamos las prácticas piadosas, nos disipamos con tanta facilidad, nos apegamos al mundo y buscamos con afán placeres y satisfacciones terrenales. Cuando uno se acostumbra a pecar, pronto se hastía de la oración, le pesan las obligaciones y, halagando las malas inclinaciones, desciende rápido hacia el abismo. Entonces carece de las gracias abundantes que se conceden a las almas fieles; ya sin esa especial protección multiplica sus faltas y, sin darles mayor importancia, se familiariza con ellas, poniéndose así sin miedo alguno al borde del pecado mortal, expuesto ya a caer en el abismo apenas sin enterarse, siéndole muy difícil levantarse y retroceder. De ahí que muchos permanecen en tan miserable estado y se pierden sin remedio; ¡tristísima historia de muchos pecadores y apóstatas que han sido piedra de escándalo en la Iglesia!

¡Jesús mío! Te ruego me preserves de ciertas faltas veniales más peligrosas, porque ellas conducen a los pecados más graves. Hazme evitar la inmodestia en las miradas, la intemperancia en las comidas, los afectos demasiado tiernos, las familiaridades excesivas y otras faltas de este estilo, que poco a poco nos van enredan en los lazos del demonio. Quiero, desde ahora, corregirme de los defectos que más perjudican mi progreso espiritual; y para lograrlo, tomo las siguientes resoluciones: 

1ª hacer todos los días cuidadosamente el EXAMEN DE CONCIENCIA; 2ª recurrir a la ORACIÓN siempre que me vea en algún peligro o expuesto a caer; 3ª imponerme yo mismo la PENITENCIA después de cada una de mis faltas. Haz, Señor, que estas resoluciones sean firmes; te lo ruego por los méritos de tu Madre, en quien jamás existió la más leve mancha.

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