14 DE OCTUBRE. PRESENCIA DE DIOS.

 Podremos vivir siempre en la presencia de Dios por medio de la fe viva, que nos haga constantemente ver al Señor presente en TODAS PARTES, en el cielo, en la tierra y en los infiernos. Como el Señor está siempre en nosotros, y en cuanto nos rodea, conoce nuestros pensamientos, intenciones, deseos y hasta las más secretas intromisiones del amor propio, que con habilidad se infiltra hasta en las obras más santas. El recuerdo de la presencia de este Dios inmenso debería penetrarnos de sentimientos de temor, de respeto y humilde devoción. No olvidemos nunca que su mirada divina escudriña en nuestros corazones. Figurémonos a veces que estamos en él como en el aire que nos hace vivir, o como la esponja en el océano, o como el hierro que se funde en el fuego, penetrado totalmente por él.

El alma que tiene espíritu de oración, es decir, anhelo de ORAR SIEMPRE, obedeciendo al precepto del divino Maestro, pierde rara vez la presencia de Dios. Lo mismo que no se puede olvidar al amigo con quien se conversa, aun cuando sea a oscuras, igual acontecerá cuando hablamos al Señor para exponerle las necesidades, tentaciones, repugnancias y dificultades, si nos ponemos verdaderamente ante su presencia. Este arte que se pone en práctica, sobre todo por medio de oraciones jaculatorias, es muy útil para el alma, porque le alcanza abundantísimas gracias.

El tercer medio para pensar habitualmente en Dios consiste en ver su ACCIÓN EN TODO y conformar a ella nuestra voluntad. La fe nos enseña que su omnipotencia sostiene todas las cosas, que su sabiduría ordena los acontecimientos grandes o pequeños. No pasándole nada desapercibido, porque "dentro de él vivimos, nos movemos y existimos". ¿No podemos, por tanto, considerar a Dios como amante y bondadoso, lo mismo en las penas y aflicciones que en las alegrías, lo mismo cuando nos preocupan los trabajos y los negocios que cuando vivimos en la mayor paz y tranquilidad? Si obramos así, tendremos con frecuencia ocasiones de pensar en el Señor y siempre lo haremos con fruto: porque nos veremos obligados a hacer actos de renunciamiento, de sumisión y de abandono a la divina Providencia, dando con ello pruebas de sólida virtud.

¡Oh Majestad soberana que llenas el universo!, me arrepiento de haberme ocupado con demasiada frecuencia en vanidades y pensamientos inútiles en vez de pensar en ti. Por los méritos de Jesús y de María, dígnate fijar en ti mi pensamiento; enséñame a HABLARTE desde el fondo del corazón y a sujetarme siempre y en todas partes a tu SANTÍSIMA VOLUNTAD. Quiero renovar estas disposiciones, sobre todo al dar las horas, antes de cada una de las acciones y cuando tenga alguna contrariedad.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Lecc XXII EXPLICACION DE DIOS (1)

LA VIDA INTERIOR

Lecc 21 EXISTENCIA DE DIOS (4)