Lecc 5 - LA FE

 Qué es fe.

—Fe es creer lo que no se ve, porque nos lo asegura otro que lo ve o ha visto; el asentimiento que se da a alguna cosa como verdadera por el testigo fidedigno. Si viene un habitante del norte de Noruega y me dice que allí la noche dura meses en invierno y el día también en verano, yo, aunque no lo he visto, se lo creo, por su veracidad, si le conozco como hombre digno de fe. Él ve o ha visto lo que dice; yo no lo he visto, pero lo creo: tengo fe.

Fe humana y fe divina.

—La fe puede ser humana o divina, según el testimonio por el que se cree sea humano o divino. Si creo a un hombre que me asegura una cosa, es fe humana. Si creo a Dios, porque lo ha dicho Dios, es fe divina.

Necesidad de la fe.

—La fe humana es necesaria al hombre para la vida. Las más de las cosas que sabemos las sabemos por fe humana, porque nos lo aseguran otros. Así la Geografía, la Historia, la Física y otras ciencias; en general los sabios, fuera de algunos pocos, saben por sí unas pocas cosas y las más las creen por testimonio de otros, y si todo lo quisiéramos saber por nosotros, y no se creyese en muchas cosas al testimonio ajeno, no se progresaría nada, ni llegaría a sabio nadie. No es menos necesaria al hombre la fe divina, sino mucho más, como lo explicaremos.

Un caso de fe,

—Pone el Catecismo aquí un caso de fe. Nosotros a Jesucristo no le hemos visto nacer, ni morir, ni subir a los cielos. Y, sin embargo, lo creemos. Estamos ciertos de que nació, murió y subió a los cielos. Y como este ejemplo se nos pueden poner otros mil de toda la Doctrina cristiana. A Abraham le prometió Dios que su descendencia se multiplicaría más que las estrellas del cielo. Tenía un solo hijo, Isaac; y Dios le mandó sacrificarlo. Así ¿cómo había de tener tanta descendencia si sacrificaba a su único hijo, siendo ya él viejo? Sin embarco, no vaciló en creer. Por eso la fe de Abraham es proverbial y la alaba San Pablo.

—Jesucristo enseña el pan y el vino a sus discípulos y les dice: Éste es mi cuerpo, ésta es mi sangre. Y los discípulos creen, aunque no lo ven, porque se lo dijo Jesucristo Dios, que había probado su veracidad con tantos milagros. Allí no se ve ni sangre ni cuerpo de Cristo. Los que no creen dirán: Durus est hic sermón quis potest eum audire? «jDura es esta palabral, ¿quién la puede oír?” (Juan, (6,60). Así decían algunos que le oyeron en su vida, y Judas entre ellos. Pero los fieles creen y dicen como San Pedro: ¿A quién iremos, Señor? Tú tienes palabras de vida eterna, (ibid. 68). Y así creemos otras mil cosas.

Creer y opinar.

—No se debe confundir creer con opinar, o conjeturar o pensar. Porque creer es asentir con convicción firme y cierta; no dudosa y vacilante, como el que opina o conjetura. Y de esta fe se trata en la primera parte del Catecismo. No de la fe humana que tenemos en muchas cosas de la vida, sino de la fe que tenemos en Dios, creyendo todo lo que nos ha revelado.

Fe divina.

—Nosotros tenemos fe o creemos la doctrina cristiana porque Dios ha revelado esa doctrina y porque la Iglesia nos dice que Dios la ha revelado. Esto es lo que responde Astete, y responde muy bien; pero es preciso distinguir esos dos porqués, para que entendamos bien lo que es la fe. Yo creo, por ejemplo, en la Santísima Trinidad. ¿Por qué creo?—Creo porque me lo ha revelado Dios Nuestro Señor. ¿Cómo sé que lo ha revelado Dios?—Lo sé porque me lo dice la Iglesia, que sé que es infalible. ¿Y de dónde sé que la Iglesia es infalible?—Lo sé por la historia; porque por la historia sé que existió Jesucristo, y que con milagros probó ser enviado de Dios para fundar una Iglesia católica infalible. Tales son los porqués de nuestra fe. De manera que suponiendo que soy yo incrédulo, estudiando la historia, vería que Jesucristo fundó una Iglesia, que es la católica, infalible en su enseñanza de fe y de moral. Oyendo a esta Iglesia, que he averiguado que es infalible, conocería que Dios nos ha revelado el misterio de la Santísima Trinidad. Sabiendo que Dios nos ha revelado el misterio de la Santísima Trinidad, yo, dando fe a Dios y a su palabra, creería el misterio de la Santísima Trinidad.

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