EL VIAJE A LA ETERNIDAD (1)

 No tenemos aquí abajo ciudad permanente, sino que vamos en busca de la futura (Hb. 13, 14), de paso para la eternidad; Iirá el hombre a la casa de su eternidad (Ecle 12, 5).

No tardaremos en desalojar; el cuerpo será llevado a una fosa y el alma a la eternidad.

¿No sería un loco el caminante que arrojara todo su capital en la construcción de una casa, en un sitio, del que luego tiene que marchar?

Dios mío, mi alma es eterna; tiene, pues, que poseerte o perderte eternamente.

Hay dos moradas en la eternidad: una con todas las delicias; otra con todos los tormentos; y todo ello -las delicias y los tormentos- eternos; si cae el árbol al norte o al sur, como caiga el árbol, así quedará (Ecle. 11,3). Si el alma se salva, será siempre feliz; si se condena, llorará su tormento mientras Dios sea Dios.

No hay termino medio: o reina del cielo por siempre, o esclava de Lucifer por siempre; o bienaventurada siempre en el cielo, o desesperada siempre en el infierno.

¿Cuál de las dos moradas nos tocará? La que cada cual se escoja: irá el hombre.  El que va al infierno, va por sus propios pies; el que se condena, se condena porque quiere condenarse.

¡Oh Jesús mío! ¡Ojalá siempre te hubiera amado! Tarde te he conocido; pero más vale tarde que nunca. Dios de mi corazón y mi herencia por toda la eternidad.

Todo cristiano para vivir santamente, debe tener la eternidad delante de los ojos..

¡Cuán ordenada es la vida del que siempre está de cara a la eternidad!

Aun cuando el cielo, el infierno y la eternidad fueran cosa dudosa,deberíamos hacer lo posible por no ponernos en riesgo de condenación eterna. Pero no son cosas dudosas; son verdades de fe.

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