Lecc 10 10 MOTIVOS DE CREER

Enumeración de los motivos de credibilidad.

—Diez son los motivos de credibilidad de la revelación cristiana, y de nuestra religión, que vamos a exponer a la consideración de todos en esta explicación: 

1. Los milagros de Jesucristo. 

2.° En especial el milagro de su resurrección. 

3.° El cumplimiento de las profecías sobre Cristo. 

4.° Los milagros de los Apóstoles y discípulos. 

5.° La propagación de la Iglesia. 

6.° La conservación del Catolicismo. 

7. El testimonio de los mártires. 

8.° Los frutos del Cristianismo. 

9.° La excelencia de la doctrina cristiana. 

10.° La santidad de Jesucristo. 

Y aun puede añadirse uno muy bueno, y es la vida de Jesu cristo. Diremos una palabrita nada más acerca de cada uno de estos motivos. 

Primera prueba: Los milagros de Jesucristo.— Esta prueba es eficaz e invicta. 

Jesucristo hizo muchos milagros —en presencia de inmensas muchedumbres,—delante de sus mismos enemigos,—-durante varios años,—manifiestos y patentes aun a los sencillos,—probando con ellos que era enviado de Dios a enseñar (Luc., 7), respondiendo a los discípulos de Juan; (Mt., 9). al paralítico: «Para que sepáis que..., levántate y torna tu camilla y anda»; (JM 14): «al menos creed por las mismas obras»; (J., 10): «Si no hubiera hecho las obras de mi Padre...», y (JM 11) en el milagro de Lázaro: «Para que crean que me has enviado», etc., etc. En fin, estos milagros, después de veinte siglos, no han podido ser refutados ni desmentidos. 

Se puede referir, entre otros muy hermosos, la curación del paralítico (Mt., 9); las dos multiplicaciones de los panes (Mt., 14, 5); el ciego de nacimiento (J., 9); la hija de Jairo (Mi., 9); el hijo de la viuda de Naim, Lázaro, los leprosos, etc. 

Segunda prueba: La resurrección de Jesucristo.—Es la mejor prueba; que sólo ella bastaría. El mismo Jesucristo la dió por prueba singular y la más excelente, y s.empre los Apóstoles cristianos la pusieron como prueba la más clara de la fe en Jesucristo y su doctrina. El milagro es de lo más evidente e innegable. Cristo murió innegablamente. Cristo fué sepultado en un sepulcro nuevo, cerrado por todas partes, de piedra, donde no había estado nadie, que fué sellado por los mismos fariseos y guardado por ellos. Cristo apareció y se mostró lleno de vida a sus discípulos durante cuarenta días, en muchas y variadas circunstancias: hablando, comiendo con ellos, dejándose palpar sus heridas, etc., etc. Y lo que es de notar, los testigos se dejaron perseguir y matar por sostener esta verdad, de la que ningún humano provecho sacaban. Si Pedro y sus compañeros supieron que su resurrección era falsa, ¿cómo se persuadieron y lograron persuadir a otros a que se dejasen perseguir y matar por un falsario? Y es de saberse que antes habían sido incrédulos. Es increíble que los Apóstoles hubieran querido robar el cuerpo de Jesús; ¿para qué? Es increíble que lo hubieran podido. Y aun si lo hubieran hecho, es imposible que no hubieran sido descubiertos y que hubieran convertido al punto a tantos... 

Tercera prueba: Cumplimiento de muchas profecías de Cristo.—Son innumerables en el Antiguo Testamento. Así se dice que será hijo de Abraham de la tribu de Judá, descendiente de David, hijo de una Virgen, que nacerá en Belén a las setenta semanas, que estará en el segundo templo, precedido por un enviado especial, etc., etc. Su pasión y su muérte en particular está toda profetizada, sobre todo en Isaías, que por sus pasmosas profecías es llamado el profeta evangelista, porque más parece contar lo pasado que predecir lo futuro. 

Cuarta prueba: Milagros de los Apóstoles y discípulos de Cristo.— Son muchísimos. Por ejemplo, la curación del cojo del templo (Act., 3); los efectos de la sombra de Pedro (Act., 5); el milagro de Pentecostés, y la conversión de San Pablo. Y luego los discípulos de Cristo, los Santos, hicieron muchísimas veces milagros admirables, estupendos, innegables, muy discutidos y examinados, como consta en historias verídicas; hoy mismo, en Lourdes, hay muchos milagros. Y aunque algunos sean discutibles todavía, pero otros no. Y son muchísimos los que se admiten en las canonizaciones de los Santos después de exámenes muy rigurosos. 

Quinta prueba: Las profecías hechas por el mismo Cristo. Profetizó su Pasión (t., 20; Me., 10). La ruina de Jerusalén y dispersión del pueblo judío (Mt., 23; Me., 13; L., 13, 19, 21). Persecuciones, duración del Cristianismo, perpetuidad de su Iglesia, etc. 

Sexta prueba: La propagación y conservación milagrosa de la Iglesia—Es un milagro de orden moral. La propagación fué rápida, universal, en medio de obstáculos insuperables, por predicadores pobres e ignorantes, siendo una doctrina contraria a las pasiones, contraria a las filosofías imperiales romano-helénicas, en medio de persecuciones. Y aun es más admirable cómo se conserva contra tantas persecuciones y dificultades. Esta prueba hoy es admirable, aunque no hubiera otras; porque no hay, fuera de la Iglesia católica, otra institución que se conserve tantos años y siglos; y entera y vigorosa, a pesar de ser tan difícil, tan complicada, tan contraria a las pasiones, tan inerme y tan perseguida. Esto no lo hace sino Dios. 

Séptima prueba: El testimonio de los mártires.—Mártir significa testigo, y se llaman mártires los que dieron su sangre y aun su vida en testimonio de la fe cristiana. Cristo predijo que habría muchos mártires, y es un hecho glorioso e inexplicable, si no fuese verdadera la revelación cristiana. Fueron muchísimos, de todas edades y condiciones, en horribles suplicios, sufriendo con muchísima paz, paciencia, mansedumbre, con fuerza sobrehumana. 

Octava prueba: Los frutos del Cristianismo.—Fueron y son admirables. Mudanza de costumbres, doctrina moral divulgada, conciencia pública reformada, virtudes arraigadas, pobreza, humildad, castidad y demás virtudes. Las vidas de los Santos que han florecido en la Igesia son un invicto testimonio de su divinidad. Tantos varones de Dios, tan santos, tan heroicos, en tanto número, sancionados por milagros... es obra indudable de Dios. 

Novena prueba: Excelencia de la doctrina de Cristo.— En el dogma tiene ciencia elevadísima acerca de Dios, del hombre, del mundo. Da enseñanza moral, entera, inflexible, pura, altísima, acerca de la bondad, de la santidad, de la perfección, de la caridad, etcétera. Respecto al culto y a la religión, vida futura, etc., enseña mucho y claro y resuelto. Los incrédulos reconocen esta excelencia; fue admirable desde el tiempo de Jesucristo; y es de notar que Jesús no estudió; enseñó como quien tenía poder especial, contra adversarios fuertes... Esta prueba no valdría sola; pero confirma mucho las otras anteriores. 

Décima prueba: La santidad de Jesucristo.—Ésta demuestra que su doctrina fué divina. Porque si no lo hubiera sido, Jesucristo seria el peor de los demonios, y de los criminales, porque nos hubiera engañado torpisimamente, y con un engaño perversisimo y dañosísimo. Ahora bien; ¿quién se atreve a decir esto de Jesús Nazareno? Ni los mismos malos. De modo que si Jesucristo no fué criminal, fué Dios, y su doctrina fué divina. Ni hubiera permitido un error tan universal en el mundo y de tal clase, que en el estriba la mayor perfección moral que existe, y la sociedad de los hombres más santos de la tierra. Estas pruebas son irrebatibles cada una de por sí, pero mucho más en conjunto. Quien quisiere y pudiere verlas de propósito tratadas, lea el excelente libro publicado por don Gustavo Gili: Curso de Apologética Cristiana, por el Padre G. Devivier, tomo I, página 333 y siguientes. Luego no puede dudarse que Dios ha revelado al mundo doctrinas, y que estas doctrinas son las de Jesucristo, es decir, la doctrina cristiana. Creemos, pues, esta doctrina, porque Dios Nuestro Señor así lo ha revelado.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Lecc XXII EXPLICACION DE DIOS (1)

LA VIDA INTERIOR

Lecc 21 EXISTENCIA DE DIOS (4)