Lecc 14 Objeciones sobre la fe

1ª objeción: Yo no creo lo que no entiendo.

— Esta objeción es de necios y de soberbios. l.° Dos puntos, dice toda filosofía, se pueden saber acerca de una cosa: primero, si existe; luego, lo que es. Y estos dos puntos son independientes, y se puede saber el primero, aunque no se entienda el segundo. Así, por ejemplo, yo puedo saber que existe la luz, y no entender lo que es la luz. Todos ios ciegos saben que hay colores, y no entienden cómo son los colores. Del mismo modo puede el hombre saber que Dios es Trino y Uno, y no comprender cómo es esto; puede saber que Jesucristo está en la hostia y no comprender cómo está en ella. 2.° Los que esto suelen decir de la fe, ¿cuántas cosas creen que no comprenden cómo son? Innumerables. Toda la ciencia humana y toda nuestra vida está llena de misterios, y apenas comprendemos nada. Qué es la luz, el calor, la electricidad; qué es el peso o gravedad o atracción universal; cuál es la composición de los cuerpos; qué es el átomo, o el proton; mucho menos saber decir qué es la vida, qué es una flor, por qué de un grano de trigo salen cien, y por qué sale trigo y no maíz o avena; qué es espacio y tiempo y movimiento. Todo esto es muy difícil de explicar, y bien puede asegurarse que nadie todavía en el mundo lo entiende. Pero ¿quién lo niega? Más aún: las cosas más sencillas no las entendemos. ¿Por qué no caen las nubes a la tierra? Y si cogéis una paja, un hilo, un pedazo de metal, ¿sabréis decir si aquello es una cosa continua o un aglomerado de puntos pequeñísimos pegados uno a otro de manera que parezca continuo? Los sabios disputan acerca de ello muchísimo, y esta es la hora en que no lo entienden. ¿Cómo una aguja del gramófono puede ella sola producir a un mismo tiempo tantas notas y de tantos instrumentos y de tan diversos timbres con una sola vibración? Difícil problema. Y aun en las matemáticas, en llegando al infinito y a los límites y aun antes de eso, ¡cuántas dificultades hay por las que pasan los matemáticos sin comprenderlas! Decía Balines que si de los temas matemáticos dependiese la moral y la obligación de ser buenos, ¡cuántas incredulidades habría en matemáticas! El que diga «yo no creo sino lo que entiendo», es verdaderamente un pobre que no se acuerda de cuántas cosas no entiende, y sin embargo cree. La mayor parte de las cosas de este mundo las aceptamos sin entenderlas, y las creemos sin comprenderlas; porque aun en las cosas que se entienden, cada uno entiende lo que él ha estudiado, y a éste creemos los demás en lo que él ha estudiado y nosotros no. 

2ª objeción: Yo no puedo creer.

—Esta objeción tras la cual algunos se parapetan diciendo que se les resiste el entendimiento a creer, no tiene valor alguno; porque no hay nadie que, si reflexiona, no tenga bastante luz para ver con la gracia de Dios que debe creer, y si quiere, no tenga fuerza para creer. Porque Dios, a quien la quiere recibir, nunca le niega esta gracia. Algunas veces, sin embargo, da esta gracia no para creer inmediatamente, sino para pedir a Dios la gracia de la fe y alcanzarla mediante la oración. Y por eso deben los incrédulos pedir a Dios la gracia de la fe cristiana. Y Dios se la dará. Dirá alguno: pero para pedir es preciso reconocer que hay Dios; y eso, aun sin fe, se puede saber, y se sabe. Y después, a ese Dios, pedir que si es verdad la doctrina cristiana, le dé a él la gracia de la fe para creerla; y Dios se la dará. El que no cree, estad seguros de que será por falta de humildad, o por ignorancia, o por soberbia secreta, o por culpa. Además, el que no cree, si obra prudentemente, debe fiarse de los que han estudiado la Religión, la Teología, y le aseguran que debe creer. Así como nos fiamos del arquitecto al hacer casas, del ingeniero al hacer puentes, del médico al recibir medicinas. 

3ª objeción: Los sabios no creen.

—También esta objeción es muy vana: 1.° Es falso que no crean los sabios; porque hay tantos y más sabios que creen, que no sabios que no creen. Ha habido sabios de todo: sabios incrédulos y sabios llenos de fe, y en esto nada tiene que envidiar la Iglesia a la incredulidad; por todas partes andan catálogos de sabios perfectos creyentes. 2.° Pero, aun cuando haya sabios incrédulos, eso no es contra la fe. Porque si son sabios en ciencias profanas, como la Química, la Medicina, las Matemáticas, bien pueden ser ignorantes en Religión, y no tener ninguna autoridad en ella. Es como si yo dijese a un médico o a un ingeniero: el Padre Fulano, que ha estudiado mucha Teología, duda de que sea verdad lo que los ingenieros y médicos dicen.—Pero el Padre ése—me diría—¿ha estudiado Medicina?, ¿es ingeniero?—No, señores.—Pues entonces, ¿qué vale su juicio? —Pero es sabio —¿En qué? —En Teología. — Y ¿qué vale ser sabio en Teología para juzgar de Medicina y de Matemáticas? —Pues lo mismo digo yo. ¿Qué vale ser sabio en Matemáticas, en Medicina, etc., etc., para juzgar de Religión? 3.° En cambio, sabios que hayan estudiado la Religión hay innumerables, y sin comparación son muchos más los creyentes que los incrédulos. Éstos son rarísimos. Y cuanto más se estudia la Religión, tanto más se ve que nuestra fe es verdadera. 

4.a objeción: La cieneia contradice a la fe.

—Esto es también completamente falso. La ciencia no puede contradecir a la fe, porque la verdad no puede contradecir a la verdad. Lo que pasa es que algunos toman por ciencia lo que no es sino suposición y conjetura de algún científico. Pero una cosa es un científico y otra es la ciencia misma. Muchos se han empeñado en oponer la historia humana a la historia sagrada; la cosmología a la cosmogonía de Moisés; la evolución de Darwin al origen del hombre; pero el tiempo ha ido echando por tierra todas las hipótesis contrarias a la revelación cristiana. antes de que hubiesen llegado a ser ciencia. Porque ciencia es un conocimiento cierto adquirido por demostración: no un conocimiento probable y conjetural e hipotético, sino cierto e innegable. El día que se pruebe una cosa cierta y contraria a la fe, ese día cae ésta por tierra del todo, y no habrá católico que la siga. Pero no sucederá eso.

5ª objeción: la fe es intransigente. 

—Y así tiene que serlo, como toda verdad. Un matemático jamás consentirá que en su ciencia se diga, por ejemplo, que dos y dos son tres, ni tres y medio, ni tres y nueve décimas, ni cuatro y una décima; porque dos y dos no son mas que cuatro, ni más ni menos. Lo mismo pasa con la revelación y con el Credo; nunca puede tolerar la Iglesia que se diga nada distinto de lo que nos dijo Dios. Eso sería no tener fe. Esto no quita que con las personas seamos indulgentes, afables, buenos, según la prudencia aconseje, mientras los que tienen errores contra la fe no pretendan pervertir a los fieles. Pero conceder a nadie que quiera ser tenido por fiel que crea lo que él quiera, un error, aunque sea sólo uno, eso no puede ser. Como el profesor de matemáticas no consentirá que en su clase enseñe ni diga ningún discípulo un teorema falso, aunque sólo mude un factor, o un exponente, o un signo; porque eso turbaría toda la escuela y enseñanza. La mejor señal de la verdad de la fe católica es su intransigencia, conservada por veinte siglos. También los musulmanes son intransigentes. Ésos son intransigentes de otro modo; porque no permiten razonar ni se razona entre ellos la fe, sino que la imponen y la defienden a ciegas por las armas y los hechos. Además, los musulmanes bien pronto se ve que son fanáticos y que no tienen pruebas ciertas de su creencia. 

6ª objeción: Yo respeto la opinión de ustedes: respeten ustedes la mía.

—Si por respetar se entiende no molestarle a uno por sus opiniones, está bien, míentras él no intente pervertirme o llevar a otros al error. Pero que yo piense que la opinión suya puede ser verdadera como la mía, eso no. Ni eso lo hace nadie cuando cree que es verdad lo que piensa. Por ejemplo, si ahora que es de día, me viene uno y me dice: yo pienso que es de noche, no podré menos de tenerle compasión, y mirarle como equivocado o como loco; pero ¿respetar su opinión? No puede ser. ¿No ve usted que yo estoy cierto que es de día? Pues él dice que está cierto que es de noche. Pues repito que se equivoca, y que o es un necio, o es un ciego, o miente.

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