Lecc 15 Objeciones sobre la fe (2)

7ª objeción: La fe de los niños: los niños, al fin y al cabo, creen a su madre, no a Dios.

— No es verdad: aun los niños creen a Dios. Sólo que, para creer que aquello lo ha dicho Dios, confian en lo que les dice su madre, y hacen bien. Como no sólo los niños, sino los rudos, y en general los más de los que creen se güían por lo que les dicen los que han estudiado Religión, y hacen bien. Como también nosotros nos guiamos para mil cosas de los respectivos sabios. Creemos al electricista, al capitán del barco, al astrónomo, hasta a la cocinera. Y creemos a nuestros padres toda la historia de nuestra familia, y así mil cosas. A un buen teólogo, profesor mío, le decía un hombre sin estudios: «Yo quisiera ver probado lo que ustedes predican, para creer*. «Pues, amigo, le respondió el profesor, no tiene usted más remedio que o creerme a mi y a los que como yo han estudiado, o ponerse usted a estudiar, como yo, siete u ocho años de Filosofía y Teología». 

8ª objeción: Los malos sacerdotes.

—Y precisamente, dirán algunos, eso es lo peor. ¿Cómo creer a los sacerdotes, si los hay tan malos? Pero esta objeción tampoco vale contra la fe. Porque, en primer lugar, aunque haya malos predicadores y maestros de la fe, pero los más son buenos, y viven conforme a la fe que defienden; y muchos son muy buenos; no que sean impecables; pero procuran vivir bien, y cuando pecan se arrepienten y confiesan que hacen mal. Asimismo aun los que son malos, al profesar la fe dan a entender la fuerza de ésta, pues a pesar de convenirles confesar otra fe distinta, confiesan la fe que a ellos les condena, y con esto dan testimonio de la verdad de la doctrina cristiana. Además, nosotros no creemos porque ellos sean así o de otra manera, sino porque Dios lo ha revelado. Y los sacerdotes no nos dicen: obrad como nosotros obramos, sino: obrad como Cristo dijo que obraseis, y creed lo que Cristo dijo que creyeseis, y yo creo y debería guardar, aunque no guardo. De los sacerdotes, relativamente pocos, que no obran conforme a su fe, se puede decir lo que de los escribas que enseñaban en su tiempo decía Jesucristo: «Haced lo que os digan (porque ellos explicaban la Sagrada Escritura), pero no hagáis lo que hacen» (Mt., 23, 3). 

9ª objeción: La fe cristiana es enemiga del progreso.

—Progreso se entiende el adelanto en lo humano y material, sobre todo. Civilización es el adelanto en todo, así en lo material como en lo intelectual, espiritual, moral y, por supuesto, religioso. La fe cristiana, lejos de ser enemiga de la civilización, es tan amiga de ella, como que ha sido promovedora de toda la que tenemos, lo cual es muy fácil de probar. En cuanto al progreso material, de suyo la fe cristiana ni es enemiga, ni es amiga; pero indirectamente lo fomenta, en cuanto que contribuye a la civilización, a la moralidad, a la paz, que son amigos del progreso; y, en efecto, ha fomentado mucho las artes y la industria indirectamente; pero hay que confesar que Jesucristo dejó la rueda del progreso en otro eje distinto del de la rueda de la fe, y que ésta no ha sido dada por Dios ni para fomentar ni para retrasar el progreso. En efecto: ¿qué tiene que ver la fe en el misterio de la Santísima Trinidad, o de la Encarnación, o de la Inmaculada, con la industria, con la química, con la fábrica de algodón, de hierro y demás? ¿En qué se opone ninguno de los Mandamientos al progreso? Al contrario, el de la observancia del domingo y el de no robar, no fornicar, etc., favorecen mucho al progreso. De hecho tanto y más han fomentado el progreso aun material los católicos como los no católicos. 

10ª objeción: Todas las religiones dicen y son lo mismo.

Efectivamente, si no todas, muchas religiones dicen de sí lo mismo, y presentan libros inspirados y aun milagros. Pero pronto se ve que ni sus libros pueden ser inspirados, pues son absurdos, ridiculos, muchas veces inmorales, y, sobre todo, no se puede probar su origen históricamente, ni tienen ninguno de los motivos de credibilidad de que hablamos en los números 70 y siguientes. Ni sus milagros se prueban de ningún modo como los nuestros. Hay una diferencia enorme entre esas religiones y la nuestra: ni sufren comparación. Además, todas ellas tienen algún absurdo manifiesto, o inmoralidad clara, que las desacredita como falsas. 

11ª objeción: Lo que importa es ser buenos, y creer lo que se quiera.

—No puede uno ser bueno no creyendo en Dios, cuando Él nos habla; porque uno de los pecados más ofensivos a Dios es no creerle, si El nos habla; no atenderle, si Él no enseña. Eso, sí, creer y no obrar es también pecado. Pero las dos cosas son necesarias para ser bueno. Diréis: Pero muchos creen y son los peores. Eso, en general, es falso; donde hay más moralidad y bondad es, en general, entre los que creen; y por eso son más notados los fieles que son malos. Confieso, sí, que creer y ser malo es muy malo. Pero peor es no creer y además ser malo. Y malo es no creer a Dios, aunque en lo demás se sea bueno. 

12ª objeción: Hoy no hay milagros.

—Eso no importa, si algún día los hubo, como consta que los hubo. Además es falso que hoy no haya milagros; hay muchos milagros, y muy bien probados, y aunque no todo lo que cree el pueblo ser milagro lo sea, pero de muchos milagros se prueba que lo son de verdad. 

13ª objeción: La Biblia es oscura: ni los católicos la entienden.

—Es cierto que la Santa Escritura tiene muchas cosas difíciles y oscuras; Dios sabe por qué lo dejó así; acaso para que la tengamos en más reverencia, y la estudiemos con más asiduidad. Pero también es cierto que con las cosas claras que tiene nos basta para vivir bien, con el magisterio de la Iglesia, y que de esas oscuridades no se nos sigue ningún mal, ni por eso se prueba nada contra la fe. También en la naturaleza nos ha dejado Dios muchas cosas oscuras, para que trabajemos. 

14ª objeción: ¡Eso de que un hombre sea infalible!

—Sobre la infalibilidad del Papa ya hablaremos en otra ocasión. No hay ninguna dificultad en que sea infalible un hombre, en las cosas de le y de moral, por providencia especial de Dios. Y cierto lo es el Papa.

15ª objeción: La fe humilla la razón.

—A la razón no la humilla más que la ignorancia y el error. Pero la verdad no la rebaja, sino la realza. La fe nos enriquece con muchas verdades que la razón no descubriría. ¿Acaso rebaja a un ciego ser guiado por uno que ve? ¿Acaso rebaja a un mudo ser enseñado a hablar? ¿Acaso rebaja a un astrónomo darle un telescopio? ¿Acaso rebaja a un discípulo oír de un maestro lo que vió en Roma, París, Londres, etcétera?

Comentarios

Entradas populares de este blog

Lecc XXII EXPLICACION DE DIOS (1)

LA VIDA INTERIOR

Lecc 21 EXISTENCIA DE DIOS (4)