Lecc 20 EXISTENCIA DE DIOS (3)

Prueba 4.a: La vida.

—Uno de los argumentos para probar la existencia de Dios, y una pesadilla de los ateos es la vida. ¿Quién es el primero que dió vida a los vivientes? Antes los incrédulos decían que los vivientes podían formarse por generación espontánea; hoy lodos los sabios afirman, sobre todo desde Pasteur acá, que ningún viviente puede nacer sino de un viviente. Pero ¿dónde comenzó el primero? Un león de otro león, una águila de otra águila, un hombre de otro hombre, una mosca de otra mosca, una planta de otra planta... Pero ¿quién hizo la primera planta, el primer mosquito, el primer león, el primer hombre? Virchow decía: «Es necesario optar entre la generación espontánea y la creación por Dios»; mas nadie ha visto una producción espontánea de materia orgánica, la cual rechazan no sólo los teólogos, sino también los naturalistas luego la creación por Dios. 

Además, la misma vida es en sí tan misteriosa y admirable e independiente de nuestra voluntad, que sólo se explica por haberla hecho Dios. 

Prueba 5: La creeneia del género humano

—El género humano afirma explícitamente que Dios existe: 1.° Todos los pueblos bárbaros conocidos creían en Dios y le adoraban. Los fenicios, los asirios, los babilonios, los persas, los chinos, los egipcios, los galos, los germanos... 2.° Las grandes repúblicas griega y romana. 3.° Los pueblos salvajes de todas partes. 4.° Todos ios pueblos civilizados. Es cosa indudable que para hallar un pueblo en que no se reconozca la existencia de Dios es preciso recorrer todo el mundo y todas las edades, y aun así no se le halla sino dudoso. Podrán diferir acerca de quién es Dios; pero de que haya Dios ninguno duda. Esto podría confirmarse con innumerables testimonios de viajeros, historiadores, misioneros, observadores. 5.° Aun en los individuos, son poquísimos los que se dicen ateos. Los que lo son de veras, son menos, como diremos después, apenas uno de cien mil. 6.° No hay lengua en que falte el nombre de Dios.—Ahora bien, este juicio del universo mundo es universal, como he dicho; es espontáneo, que brota naturalmente en todos los pueblos sin esfuerzo ninguno; aun en los niños y en los más sencillos sin dificultad ninguna se revela esta idea de Dios; es constante en todos los tiempos y latitudes; es muy fructuoso, que hace buenos a los que lo profesan y de suyo sirve mucho para contener el vicio y promover la virtud. No se puede decir que depende de prejuicios, por que si así fuera ya lo descubriríamos: sabríamos que tal idea es falsa, se hubiera debilitado con el progreso de la ciencia, y lejos de ello se ha robustecido; en fin, a quien tal diga se puede exigirle que demuestre de qué prejuicio o falso engaño ha podido venir al género humano y persistir en él la idea santa de Dios. No puede venir de las pasiones, porque la idea de Dios, les es contraría. Ni de ignorancia, porque la ciencia hace más evidente esta verdad, y son muchísimos los sabios que admiten esta verdad, y como decía Bacón: «la poca ciencia aparta de Dios, y la mucha ciencia lleva a Dios». Ni del temor, porque lo tiene todo el mundo, aun los valientes, y no cesa con el tiempo. Ni de la política, porque no se conoce el autor de tal idea y política. 

Pues bien; una idea en que conviene, y ha convenido siempre todo el género humano, tiene que ser verdadera. Y la media docena de hombres erráticos o extravagantes y soberbios que, sin grandes razones, se opongan a millones y millones y millones de hombres de todo género, nación, lengua, edad y clima, deben ser tenidos por extraviados. 

Prueba 6: Se deduce de la conciencia del deber.

—Todos sabemos, por nuestra propia conciencia, que hay acciones malas y buenas, que las primeras nos están prohibidas y las segundas mandadas o recomendadas. Esto supone, evidentemente, algún superior que manda y que prohibe, que alaba y que reprende, que amenaza y que proipete, y, en fin, que obliga. ¿Quién es éste? ¿Es otro hombre? ¿Es la sociedad? ¿Es algún rey o emperador? ¿Es nuestra propia conciencia que se obliga a sí misma, aunque sea contra sí? Nada de eso; es otro, otro superior a todo eso; es Dios. 

Prueba 7: Si no existiese Dios se seguirían muchisimos absurdos.

—¿Por qué tendremos que ser buenos, si no hay Dios? ¿Por qué debemos ser justos ni honrados, si no hay Dios? ¿Por qué he de sacrificarme yo ni respetar siquiera a otros, si no hay Dios? Yo soy el primero. La justicia es una farsa, la caridad otra, el altruismo otra, si no hay Dios. 

¿Por qué he de ser yo casto, fiel a mi cónyuge, decente en mis actos? 

¿Por qué no he de ser como el tigre que mata, devora y se va sin remordimiento; como el gato que roba, come y se queda tranquilo; como el toro o el caballo, que hace una bajeza sin preocupaciones; como el animal más desaprensivo, que hace lo que quiere sin distinguir el mal del bien, lo justo de lo injusto, lo heroico de lo canalla, lo noble y sublime de lo degradante y brutal? ¿Quién me impone a mí estas ideas, sino Dios? Si Dios no existe, no existe lo bueno, ni lo malo, ni lo decente, ni lo indecente. Todo es decente y todo es bueno. 

Consiguientemente, no hay más ley que la fuerza. No hay más Dios que yo, no hay más ley que mi querer, ni hay más virtud que mi capricho, no hay más justicia y derecho que mi poder. El rey o presidente podrá hacer lo que quiere, el juez juzgar como le dé más en gana, el jefe mandar como le venga bien, el rico abusar de su riqueza, el amo gobernar sin compasión, y el proletario o el jayán o el plebeyo valerse de su fuerza, y, en fin, el anarquista, por feroz y vengativo que sea, no hará nunca nada malo. Si no hay Dios...

(Continuará)

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