Santiago Apóstol ayudó en la batalla de Brunete (1937)
Un episodio muy poco conocido en nuestros
días, aunque muy comentado en su tiempo, es la posible intervención de Santiago
Apóstol a favor del Ejército Nacional durante la batalla de Brunete (Guerra
Civil). Dicha batalla comenzó la noche del 5 de julio de 1937 con el
ataque de dos divisiones comunistas, la 11 de Líster y la 26 del
Campesino.
Líster toma Brunete pero las escasas fuerzas nacionales no le dejan llegar a Sevilla la Nueva en su avance hacia Navalcarnero en su pretensión de romper el frente de Madrid, mientras el Campesino tampoco puede en Quijorna con la exigua guarnición de un destacamento africano reforzado por voluntarios falangistas del pueblo y dos centurias de Castilla. Estas resistencias llamadas “decisivas” se repitieron durante toda la guerra y, finalmente, fueron fundamentales.
Franco envía tropas, entre ellas la IV y V Brigadas de Navarra, aplazando así la ofensiva sobre Santander, cosa que pretendía el Ejército Rojo.
El Generalísimo sabe que la batalla de Brunete es decisiva ya que, como repite a su Estado Mayor: “el vencedor de Brunete será el vencedor de la guerra”. Se instala en la finca “El Rincón” de Villa de El Prado y allí establece su Cuartel General de primera línea y desde donde sale a diario para recorrer el frente de forma arriesgadísima, a veces hasta los límites de la misma “tierra de nadie”, como le llega a recriminar Varela. Uno de sus lugares de observación será un caserón al norte del cementerio de Sevilla la Nueva.
La batalla es durísima. La cosa parece controlada por el Ejército Nacional, pero el día 21 un impresionante ataque enemigo sobre Villafranca del Castillo hace que Franco retorne a Villa del El Prado. Se ha encomendado a Santiago Apóstol y, ese mismo día 21, dicta el decreto nº 325 por el que se reconoce a Santiago como Patrón de España, dada “la universal significación que en el orden histórico tiene el Apóstol”.
Es impresionante ver como de nada sirve que los “confederales” de la XIV División anarquista de Cipriano Mera tome el relevo en Brunete, pues la ciudad cae en poder de la XIII División Nacional en la víspera del día de Santiago.
El forcejeo, durante dos semanas, ha sido espantoso, bajo un calor y una sed insufribles. Hay cerca de cincuenta mil bajas entre los dos bandos. El mismo día 25, día de Santiago, las cosas están muy mal para el bando Nacional. Se espera el descalabro final y la batalla ya se da por perdida. Franco se retira a orar al apóstol Santiago durante una hora y vuelve a primera línea. Y es el mismo Franco el que le cuenta al padre Ramón Sánchez de León, durante unos ejercicios espirituales el 22 de marzo de 1967, algo impresionante:
De pronto, todos los combatientes, Saliquet y Franco incluidos, a eso de las doce del mediodía pueden ver, con enorme asombro, como aparece un soldado a caballo. Algunos creen ver que lleva debajo del casco una boina roja y que porta la camisa azul. Con bombas de mano va destrozando, uno a uno, todos los nidos de ametralladoras enemigas. Nadie comprende como ese “loco” puede sobrevivir y como no le alcanzan las balas enemigas. Franco cuenta que su acción les hizo avanzar posiciones y se atreve a decir que les ayudó a ganar la batalla.
Cuando acabó la lucha quisieron localizar a ese bravo soldado para condecorarlo como merecía, pero nadie lo volvió a ver ni sabían nada de él. Fue Saliquet el que comentó si no se habían dado cuenta de que estaban en el día de Santiago: “A mi esto me recuerda a lo que se cuenta de la batalla de Clavijo, cuando Santiago se apareció para ayudar a los cristianos a derrotar a los moros en la Reconquista”, dijo Saliquet.
Franco le respondió que había una duda, pues no tenían claro si el caballo que llevaba el “valiente soldado” había sido blanco…
Tras la Cruzada, Franco acudió muchas veces a la catedral de Santiago a rendir homenaje al apóstol. Y fue el 25 de julio de 1948 cuando, postrado ante la imagen del Santo, hizo una referencia indirecta al “milagro” de Brunete:
Líster toma Brunete pero las escasas fuerzas nacionales no le dejan llegar a Sevilla la Nueva en su avance hacia Navalcarnero en su pretensión de romper el frente de Madrid, mientras el Campesino tampoco puede en Quijorna con la exigua guarnición de un destacamento africano reforzado por voluntarios falangistas del pueblo y dos centurias de Castilla. Estas resistencias llamadas “decisivas” se repitieron durante toda la guerra y, finalmente, fueron fundamentales.
Franco envía tropas, entre ellas la IV y V Brigadas de Navarra, aplazando así la ofensiva sobre Santander, cosa que pretendía el Ejército Rojo.
El Generalísimo sabe que la batalla de Brunete es decisiva ya que, como repite a su Estado Mayor: “el vencedor de Brunete será el vencedor de la guerra”. Se instala en la finca “El Rincón” de Villa de El Prado y allí establece su Cuartel General de primera línea y desde donde sale a diario para recorrer el frente de forma arriesgadísima, a veces hasta los límites de la misma “tierra de nadie”, como le llega a recriminar Varela. Uno de sus lugares de observación será un caserón al norte del cementerio de Sevilla la Nueva.
La batalla es durísima. La cosa parece controlada por el Ejército Nacional, pero el día 21 un impresionante ataque enemigo sobre Villafranca del Castillo hace que Franco retorne a Villa del El Prado. Se ha encomendado a Santiago Apóstol y, ese mismo día 21, dicta el decreto nº 325 por el que se reconoce a Santiago como Patrón de España, dada “la universal significación que en el orden histórico tiene el Apóstol”.
Es impresionante ver como de nada sirve que los “confederales” de la XIV División anarquista de Cipriano Mera tome el relevo en Brunete, pues la ciudad cae en poder de la XIII División Nacional en la víspera del día de Santiago.
El forcejeo, durante dos semanas, ha sido espantoso, bajo un calor y una sed insufribles. Hay cerca de cincuenta mil bajas entre los dos bandos. El mismo día 25, día de Santiago, las cosas están muy mal para el bando Nacional. Se espera el descalabro final y la batalla ya se da por perdida. Franco se retira a orar al apóstol Santiago durante una hora y vuelve a primera línea. Y es el mismo Franco el que le cuenta al padre Ramón Sánchez de León, durante unos ejercicios espirituales el 22 de marzo de 1967, algo impresionante:
De pronto, todos los combatientes, Saliquet y Franco incluidos, a eso de las doce del mediodía pueden ver, con enorme asombro, como aparece un soldado a caballo. Algunos creen ver que lleva debajo del casco una boina roja y que porta la camisa azul. Con bombas de mano va destrozando, uno a uno, todos los nidos de ametralladoras enemigas. Nadie comprende como ese “loco” puede sobrevivir y como no le alcanzan las balas enemigas. Franco cuenta que su acción les hizo avanzar posiciones y se atreve a decir que les ayudó a ganar la batalla.
Cuando acabó la lucha quisieron localizar a ese bravo soldado para condecorarlo como merecía, pero nadie lo volvió a ver ni sabían nada de él. Fue Saliquet el que comentó si no se habían dado cuenta de que estaban en el día de Santiago: “A mi esto me recuerda a lo que se cuenta de la batalla de Clavijo, cuando Santiago se apareció para ayudar a los cristianos a derrotar a los moros en la Reconquista”, dijo Saliquet.
Franco le respondió que había una duda, pues no tenían claro si el caballo que llevaba el “valiente soldado” había sido blanco…
Tras la Cruzada, Franco acudió muchas veces a la catedral de Santiago a rendir homenaje al apóstol. Y fue el 25 de julio de 1948 cuando, postrado ante la imagen del Santo, hizo una referencia indirecta al “milagro” de Brunete:
“¿Quién pudo
dudar de ello en aquel julio de 1937, cuando, siendo mi propósito reanudar
personalmente la ofrenda a nuestro Santo Patrón visitando su Basílica, lo
impidió la importante batalla de Brunete, en la que la rotura del frente por
aquel lugar ponía en peligro la situación del Ejército que a Madrid sitiaba? La
batalla se presentó dura y empeñada. Las brigadas comunistas internacionales,
apegadas a las ruinas de aquel pueblo, bajo un calor de fuego y un trepidar de
muerte de ametralladoras y de aviones, disputaban el terreno palmo a palmo a
nuestros soldados; los numerosos carros rusos hormigueaban en aquella meseta
ocre como gusanos. Se mantuvo indecisa la batalla durante varios días, hasta la
mañana de la fiesta de nuestro Apóstol, cuando, después de pedir a Dios
por la victoria e invocar su valiosa y eficaz intercesión, a las doce de aquel
día hizo crisis la batalla y una victoria rotunda y trepidante fue la expresión
más clara de la ayuda de Dios en la difícil hora. Lo mismo que en
Oviedo, cuando nuestras tropas alcanzaban la vista de la ciudad y la
resistencia de sus defensores se acercaba a total agotamiento y nuestros
adversarios cantaban ya la próxima victoria; cuando tantos desesperaban, un
esfuerzo más y la invocación y auxilio de nuestro Apóstol nos permitieron
confiar todavía en la victoria, que en breves horas se lograba.”
Santiago siempre ayudó a España. Por eso
el día de Santiago de 1954 Franco, de nuevo postrado ante el Apóstol, recordó:
“Nuestra Cruzada
ha sido pródiga en hechos que podríamos calificar de portentosos…” y después de
enumerar varios de estos hechos milagrosos acabó diciendo:
“Coincidencia singular ha sido
también el que la mayoría de las grandes batallas se resolvieran, sin cálculo
ni previsión posible, después de varios días de combate en las fiestas de las
grandes solemnidades de la Iglesia. No debe extrañarnos que así sucediese pues
nuestra guerra tuvo los caracteres de Cruzada. Así lo calificó nuestro
Pontífice y así lo proclaman la pléyade de millares de mártires muertos por la
fe, sin una sola apostasía. Nos habéis ayudado en la guerra, nos seguís
protegiendo en la paz, y sin duda habréis de ampararnos hasta el final de los
siglos, mientras España persevere en la fe y en la ley de Jesucristo”.
Todo esto es
Memoria Histórica, pero con mayúsculas, de la buena. Por eso hay que recordarlo
y hacer que no caiga nunca en el olvido. España es eterna y está muy bien
guardada le pese a quien le pese. Pongamos todos los buenos españoles un poco
de nuestra parte divulgando la verdadera Historia para acallar para siempre a
los voceros de la mentira, de la falsificación y de la tergiversación. No
estamos solos…
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