3 DE FEBRERO

 LA CONFIANZA EN DIOS

Para adquirir gran confianza en la bondad de Dios tenemos que darnos antes cuenta de lo que es SU MISERICORDIA, ya que por obra de esta misericordia el Señor ejercita su infinita bondad. "La misericordia, dice San Gregorio, es una virtud que nos hace compadecernos de las miserias ajenas y nos lleva a remediarlas siempre que podamos, lo mismo espiritual que materialmente." Luego la misericordia dice relación a la miseria del prójimo, y es corazón misericordioso el que se anega a favor de los miserables.

Dice Santo Tomás de Aquino que la misericordia pertenece A DIOS de una manera muy particular, pues brota de su bondad increada. Desde el origen del mundo y después de nuestra caída, esa bondad divina nos prometió un Restaurador, y mientras la Justicia de Dios castigaba a los ángeles rebeldes, nosotros éramos por ella indultados y llamados a reemplazarlos en la gloria celestial. Desde entonces, la divina bondad no ha cesado de proteger al género humano, de defenderle contra los poderes infernales y de colmarle de toda clase de beneficios. Océano sin límites, esa Bondad infinita abraza a todas las generaciones. Sería imposible calcular el número de pecadores que tuvo a bien convertir, los justos que quiso santificar y los elegidos a que concedió el más alto galardón. cuanto más miserable uno es, más derecho tiene a su compasión; y nuestras miserias, que se multiplican, no hacen sino multiplicar sus bondades para con nosotros y los cuidados que nos prodiga. 

Para convencernos, consideremos lo que acontece en el sacramento de la Penitencia, es decir, en el TRIBUNAL de la misericordia. allí vemos acercarse todos los días a grandes pecadores, tal vez grandes criminales, y los vemos pasar en un momento de las más cerradas tinieblas a la verdadera luz, de la fealdad de los demonios a la belleza de los ángeles, de condenados a la perdición eterna a poder aspirar y esperar en la felicidad del cielo. En una palabra, los vemos pasar de la muerte del pecado a la vida de la gracia. y todos estos prodigios de la infinita clemencia de Dios se operan en un tribunal, es decir: en el lugar donde se juzga  a los culpables, donde se pronuncian las sentencias, cosas ambas que naturalmente habían de inspirar terror.

¡Dios mío y misericordia infinita! si tan poco impone tu Tribunal, que llega a servir de asilo a los más grandes criminales, ¿Qué no serán para nosotros tus brazos paternales, siempre abiertos para acoger en ellos a los pecadores arrepentidos? ¿Qué será, sobre todo, tu corazón, tan lleno de ternura hacia tus hijos extraviados? Por las sacratísimas llagas de tu Hijo divino, nuestro Redentor, por el amor de María Santísima,  que quisiste darnos por Madre, destierra de mi alma todo sentimiento de desconfianza, de temor excesivo, y no dejes que el desaliento se apodere de ella. concédeme el don de una confianza íntima y segura en tu caridad sin límites, para que, lo mismo que con el aceite revive el fuego de una lamparilla, así con tu confianza reviva siempre mi alma y se encienda en sentimientos vivísimos de amor y se llene de paz, de valor, de paciencia y de fervor.

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